miércoles, 16 de diciembre de 2009

CARTAS DE HERODES Y PILATO

Relación DE LA historia romana CON LA Muerte DE Cristo EN Jerusalén,

[Estas cartas aparecen en un ms. siríaco del siglo VI o VII, en el Museo Británica. El Dr. Tischendorf afirma en su "Apocalypsas Apocryphse" (Prolegg. p. 56) que tiene una copia de la misma en griego de un ms, de París, del que dice "scriptura satis differt, non Ítem argumentum". Siguen a las cartas unos cuantos extractos que parecen haber sido añadidos por algún copista, aunque finalizan con la firma de la carta de Pilatos. Suponemos que por Justino debemos entender Justo de Tiberias, de quien Josefo dice que es un historiador de su tiempo. No podemos aventurar una opinión favorable sobre la autenticidad de este extracto, ya que Fotio asegura que Justo no mencionaba a Cristo. Por Teodoro, entendemos el Emperador Tiberio. La pregunta y respuesta concuerdan en cuanto a sentido con lo que leemos en la "Anáfora", Q respuesta de Pilatos.]

CARTA de HERODES a PILATO el GOBERNADOR.

HERODES A poncio pilato, GOBERNADOR DE Jerusalén: paz.

ESTOY muy angustiado. Te escribo estas cosas, para que al escucharlas te apiades de mí. Pues mientras mi hija Herodías, a quien quiero mucho, jugaba en un lago cubierto de hielo, éste se partió bajo sus pies, y su cuerpo cayó, y se cortó la cabeza, que quedó sobre el hielo. Y he aquí que su madre sostiene su cabeza en su regazo, y toda mi casa está sumida en un profundo dolor. Así, cuando oí hablar del hombre Jesús, pensé en ir a ti, para poder verle a solas, y escuchar su palabra, a ver si era como la de los hijos de los hombres. Y seguro que debido a todas las maldades que cometí contra Juan el Bautista, y porque me burlé de Cristo, he aquí que he recibido la recompensa de la justicia1, pues he derramado demasiada sangre de los hijos de otros sobre la tierra2. Por tanto los juicios de Dios son justos; pues cada hombre recibe según su pensamiento. Pero puesto que fuiste digno de ver a ese hombre de Dios, te corresponde rezar por mí.

Mi hijo Azbonio se encuentra también en la agonía de la hora de la muerte. Y yo tengo asimismo una gran preocupación y sufrimiento, pues padezco hidropesía; y estoy muy angustiado, porque perseguí al introductor del bautismo mediante el agua, que era Juan. Así, hermano, los juicios de Dios son justos.

Y mi mujer, también, debido a la profunda pena por su hija, ha enceguecido del ojo izquierdo, pues pedimos enceguecer el Ojo de la Justicia.

No hay paz para los que hacen el mal, dice el Señor3. Pues ha caído ya un gran dolor sobre los sacerdotes y escribas de la ley; porque te entregaron al Justo. Pues esta es la consumación del mundo, que consintieran que los gentiles se convirtieran en herederos. Y los hijos de la luz serán expulsados4, pues no han observado lo que fue predicado respecto al Señor, y respecto a su Hijo, Por tanto, preparaos para la lucha5, y recibid justicia, tú y tu mujer, recordando a Jesús día y noche; y el reino pertenecerá a vosotros gentiles, porque nosotros, el pueblo (elegido) nos hemos burlado del Justo.

Y si ha lugar para nuestra súplica, oh, Pilatos, porque una vez estuvimos en el poder, entierra mi casa cuidadosamente; pues es mejor que seamos enterrados junto a ti, en vez de junto a los sacerdotes, los cuales, al cabo de poco tiempo, tal como dicen las Escrituras, con la venida de Jesucristo, sobrevendrá la venganza.

Ve con Dios, con Procla, tu mujer.

Te envío los pendientes de mi hija, y mi propio anillo, para que sean para ti un recuerdo de mi defunción.

Pues ya comienzan los gusanos a surgir de mi cuerpo6, y he aquí que estoy padeciendo el juicio temporal, y tengo miedo del juicio que vendrá. Pues ambos son obra del Dios viviente; pero este juicio, que es temporal, dura un tiempo, mientras que el que vendrá es el juicio eterno.

Fin de la Carta a Pilatos el Gobernador.

CARTA de PILATO a HERODES.

pilato A herodes El tetrarca: paz.

SEPAS que el día que me entregaste a Jesús, me apiadé de mí, y testifiqué lavándome las manos (que era inocente), en relación con el que se levantó de la tumba después de tres días, y cumplí tu petición respecto a él, pues querías que me uniera a ti en su crucifixión. Pero ahora sé de boca de sus ejecutores y de los soldados que vigilaban su sepulcro que ha resucitado de entre los muertos. Y he confirmado lo que me dijeron, que había aparecido en cuerpo en Galilea, con la misma forma, y la misma voz, y con la misma doctrina, y los mismos discípulos, sin haber cambiado7 en nada, predicando con audacia su resurrección, y un reino eterno.

Y he aquí que cielo y tierra se alegran: y he aquí que Procla, mi mujer, cree en las visiones que aparecieron ante ella, cuando mandaste que entregara a Jesús al pueblo de Israel por la inquina que le tenían.

Y cuando Procla, mi mujer8, oyó que Jesús había resucitado, y se había aparecido en Galilea, se llevó con ella a Longino el centurión y doce soldados, los mismos que vigilaron el sepulcro, y fueron a saludar a Cristo, como si fueran a un gran espectáculo, y lo encontró con sus discípulos.

Y mientras estaban allí de pie, maravillados, mirándole, él se volvió hacia ellos y les dijo, ¿Qué ocurre? ¿Creéis en mí? Procla, sepas que en la alianza que Dios dio a los padres, se dice que todo el que muera vivirá por medio de mi muerte, a la que habéis asistido. Y ahora veis que yo, a quien crucificasteis, vivo. Y sufrí mucho, hasta que yací en el sepulcro. Pero escúchame, y cree en mi Padre-Dios que está en mi. Pues he aflojado las cuerdas de la muerte, y detenido las puertas de Sheol; y mi venida se producirá en el futuro.

Y cuando Procta, mi mujer, y los romanos escucharon esto. vinieron a contármelo, llorando; pues también ellos estaban contra él, por concebir las maldades que le habían hecho. Y así, yo estaba también en mi cama preocupado, y me puse una túnica de luto, y me llevé cincuenta romanos conmigo y mi mujer y me marché a Galilea.

Y cuando estaba en camino me di cuenta de lo siguiente; que Herodes había hecho estas cosas por medio de mí, que me pidió consejo, y me obligó a armarme contra él, y a juzgar al que juzga a todos, y a azotar al Justo. Señor de los justos. Y cuando nos acercábamos a él, Oh, Herodes, se oyó una gran voz desde el cielo, y un trueno terrible, y la tierra tembló, y vino un olor dulce, que nunca había percibido, ni siquiera en el templo de Jerusalén, Y estando yo en el camino, nuestro Señor me vio mientras estaba hablando con sus discípulos. Y recé en mi corazón, pues sabia que era él, el que me entregaste, era el Señor de las cosas creadas y Creador de todo. Y al verlo, todos nosotros caímos con el rostro a sus pies. Y levanté la voz diciendo, he pecado, oh. Señor, porque me senté y te juzgué, a ti, que vengas a todos en la verdad. Y sé que eres Dios, el Hijo de Dios, y veo tu humanidad y no tu divinidad, Pero Herodes, con los hijos de Israel, me obligaron a hacerte daño.

¡Ten piedad de mí, oh, Dios de Israel! Y mi mujer, con gran angustia, dijo.

Dios del cielo y de la tierra, Dios de Israel, no me recompenses según las acciones de Poncio Pilatos, ni según la voluntad de los hijos de Israel, ni según los pensamientos de los hijos de los sacerdotes; acuérdate de mi marido en tu gloria.

Y nuestro Señor se acercó y nos levantó a mi mujer y a mí y a los romanos; y le miré y vi que tenía las señales de la cruz, Y dijo, Aquél que todos los padres honorables esperaban recibir, y no vieron —en vuestro tiempo el Señor del Tiempo, el Hijo del Hombre, el Hijo del Altísimo, que existe para siempre- ha resucitado de entre los muertos, y es glorificado en las alturas por lodos los que creó, y establecido por los siglos de los siglos.

1. Justino, uno de los escritores que vivía en tiempos de Augusto y Tiberio y Cayo. Escribió en su tercer discurso: María la galilea, que dio a luz a Cristo que fue crucificado en Jerusalén, no había estado con marido alguno. Y José no la abandonó; sino que José continuó en santidad sin una mujer, él y sus cinco hijos con una mujer anterior; y María continuó sin marido.

2. Teodoro le escribió a Pilatos el Gobernador: ¿Quién era el hombre, contra quien hubo quejas ante ti, y que fue crucificado por los hombres de Palestina? Si la mayoría lo pedía justamente, ¿por qué no accediste a su justicia? Y si lo pedían injustamente, ¿por qué incumpliste la ley y ordenaste lo que estaba lejos de ser justo? Pilatos le envió: —Porque obró señales no quería crucificarle: y puesto que sus acusadores decían; Dice que es un rey, lo crucifiqué,

3. Josefo dice: Agripa, el rey, fue vestido con una túnica tejida con plata, y vio el espectáculo en el teatro de Cesárea. Y cuando la gente vio que sus vestiduras refulgían, le dijeron. Hasta ahora le temíamos como hombre: de ahora en adelante te has elevado sobre la naturaleza de los mortales, Y vio un ángel sobre él, que le golpeó hasta la muerte9.

Fin de la Carta de Pílalo a Herodes.

EPÍSTOLA de PONCIO PiLATO

Que escribió AL EMPERADOR romano respecto A NUESTRO señor Jesucristo.

Pondo Pilatos a Tiberio César el Emperador —Saludo:

SOBRE Jesucristo, del que te hablé ampliamente en mi última carta, se ha inflingido al final un duro castigo por voluntad del pueblo, aunque yo era contrario y tenía mis recelos. Para ser sincero, ningún tiempo ha tenido ni tendrá un hombre tan bueno y recto.

Pero el pueblo hizo un esfuerzo extraordinario. y lodos sus escribas, dirigentes y ancianos acordaron crucificar a su embajador de la verdad, pese a que sus propios profetas, como las sibilas entre nosotros, aconsejaban lo contrario; y cuando fue colgado se produjeron señales sobrenaturales, y en el juicio de los filósofos amenazó al mundo entero con la perdición. Sus discípulos surgen, sin defraudar a su maestro con su comportamiento y protección de la vida; no, en su nombre son ellos caritativos10. Si tío hubiera temido que se produjera una sedición entre la gente, que estaba enfurecida, tal vez ese hombre viviría aún con nosotros. Aunque empujado por la fidelidad a tu dignidad, más que llevado por mi propia tendencia, no luché con todas mis fuerzas para evitar la venta y el sufrimiento injustos, en verdad, de sangre justa, inocente de todas las acusaciones, por la maldad de los hombres, y además, como dicen las Escrituras, para su propia destrucción.

Ve con Dios, El 5 de las calendas de abril.

El INFORME de PILATO el GOBERNADOR,

respecto A NUESTRO señor jesucristo; QUE FUE ENVIADO AL augusto CÉSAR, EN roma.

TODO lo aquí recogido ocurrió en aquellos días, cuando nuestro Señor Jesucristo fue crucificado bajo Poncio Pilatos, gobernador de Palestina y Fenicia, en Jerusalén, y fue cometido por los judíos contra el Señor. Pilatos, por tanto, lo envió al César de Roma, junto con su informe privado, con lo siguiente:

Al más poderoso, augusto, divino y respetable Augusto César, de Pilatos, administrador de la Provincia oriental:

He recibido una información, excelencia, por la cual soy presa del miedo y tiemblo. Pues en esta provincia que administro, una de cuyas ciudades se llama Jerusalén, toda la comunidad de judíos me entregó a un hombre llamado Jesús, y formularon muchas acusaciones contra él, que no pudieron apoyar con pruebas consistentes. Pero le acusaban de una herejía en particular, a saber, que Jesús decía que el sabbath no era un día de descanso, ni debían observarlo. Pues él realizó muchas curas en ese día, e hizo ver a los ciegos, andar a los cojos, resucitó a los muertos, purificó a los leprosos, curó a los paralíticos que eran totalmente incapaces de mover el cuerpo o utilizar los nervios, sino que únicamente hablaban y discurrían, y les dio fuerza para andar y correr, eliminando su enfermedad únicamente con su palabra. Hay otro hecho poderoso, insólito para los dioses que tenemos: resucitó a un hombre que llevaba cuatro días muerto, llamándole tan solo con su palabra, cuando el hombre había comenzado a pudrirse, y su cuerpo estaba corrompido por tos gusanos que se alimentaban de él, y apestaba como un perro; y, cuando yacía en la tumba, le ordenó que corriera, y no se demoró el muerto en absoluto, sino que igual que un novio de su cámara, así salió de su tumba, cubierto con abundante perfume. Además, incluso a los que eran extranjeros, y claramente demoníacos, que vivían en desiertos, y devoraban su propia carne, y erraban como el ganado y las criaturas que se arrastran, los convirtió en habitantes de ciudades, y con una palabra los hizo racionales, y los preparó para hacerse sabios y poderosos, e ilustres, llevándose su comida junto con todos los enemigos de los espíritus impuros destructivos en ellos, y que envió a las profundidades del mar.

Y, asimismo, había otro que tenía una mano atrofiada, y no sólo la mano, sino más bien la mitad del cuerpo del hombre era como de piedra, y no tenía ni la forma de un hombre ni la simetría del cuerpo: y Él le curó con una palabra, y lo sanó. Y también una mujer, aquejada de un problema de sangre desde hacia mucho tiempo, y cuyas venas y arterias estaban exhaustas, y que no-tenia un cuerpo humano, pues era como uno muerto, y diariamente enmudecido, de modo que ninguno de los médicos del distrito era capaz de curarla, pues no quedaba en ella esperanza de vida; pero cuando Jesús pasó junto a ella, recibió misteriosamente fuerza al caer su sombra sobre ella, y desde detrás le tocó el dobladillo de la túnica e inmediatamente, en aquel mismo momento, la fuerza llenó sus miembros exhaustos, y como si nunca hubiera padecido nada, comenzó a correr hacia Cafarnaúm, su ciudad, y llegó a ella al cabo de seis días de viaje.

Y he dado a conocer estas cosas de las que me han informado recientemente, y que Jesús hizo durante el sabbath.

Y realizó oíros milagros mayores que estos, así que he observado obras más maravillosas realizadas por él que por los dioses a los que adoramos.

Pero Herodes y Arquelao, y Felipe, Anas y Caifas, junto con lodo el pueblo, me lo entregaron, provocando un gran tumulto contra mí para que lo juzgara. Por tanto, ordené que fuera crucificado. después de haberlo azotado, pese a que no lo encontré culpable de las acusaciones o las malas relaciones, Y cuando fue crucificado, las tinieblas cubrieron el mundo, y el sol se oscureció durante medio día, y aparecieron las estrellas, pero no había brillo en ellas; y la luna perdió su fulgor, como si estuviera teñida de sangre; y el mundo de los difuntos fue engullido; y hasta el santuario del templo, como lo llaman, desapareció ante los judíos en su caída, y vieron un abismo en la tierra y el estruendo de varios truenos consecutivos. Y en medio de ese terror, los muertos se levantaron de nuevo, de lo cual fueron testigos los propios judies, y dijeron que eran Abraham, e Isaac, y Jacob, y los doce patriarcas, y Moisés, y Job, que habían muerto, según ellos, aproximadamente tres mil quinientos años antes. Y hubo muchos que yo mismo vi aparecer en cuerpo, y se lamentaban por los judíos, debido a la trasgresión que habían cometido, y por la destrucción de los judíos y de su ley.

Y el terror del terremoto duró de la sexta hora del día de preparación hasta la novena; y cuando se hizo de noche el primer día de la semana, se oyó un sonido procedente del cielo, que se hizo siete veces más luminoso que en los demás días. Y en la tercera hora de la noche apareció el sol más brillante que nunca, e iluminó todo el hemisferio. E igual que relámpagos que aparecen en una tormenta, así se vieron hombres, de gran estatura y excelentes en gloria, una hueste innumerable, gritando, y su voz se oía como la del trueno sumamente ruidoso. Jesús que fue crucificado ha resucitado: salid del Hades, vosotros que estabais esclavizados en los recovecos subterráneos del Hades. Y el abismo de la tierra parecía que no tuviera fondo; pues era tan profundo que se veían incluso los cimientos de la Tierra, con los que gritaban en e! cielo, y caminaban en el cuerpo entre los muertos que habían resucitado. Y Él, que resucitó a todos los muertos y clausuró el Hades, dijo. Decidles a mis discípulos, Va delante de vosotros a Galilea, allí le veréis.

Y en toda la noche, la luz no dejó de brillar. Y muchos de los judíos murieron en el abismo de la tierra, engullidos por él, de modo que al día siguiente, muchos de los que habían estado en contra de Jesús habían desaparecido.

Otros vieron la aparición de hombres a quien nadie había visto nunca resucitando. Únicamente quedó una sinagoga de los judíos en Jerusalén, pues todas ellas desaparecieron en aquella ruina.

Por tanto, estupefacto debido al terror. y poseído por el temblor más terrible, he escrito para contar lo que vi en aquel momento, y lo he enviado a su excelencia; y he añadido lo que hicieron los judíos contra Jesús, y lo he enviado a su divinidad, mi señor.

El INFORME de PONCIO PILATO,

gobernador de judea;

Enviado a Tiberio César a Roma. Al más poderoso, augusto, respetable y divino Augusto, de Pondo Piloto, administrador de la Provincia Oriental.

HE resuelto comunicar a su excelencia mediante esta mí carta, pese a estar poseído por un gran miedo y terror, excelentísimo rey, el estado actual de los asuntos, como muestran los resultados, Pues administro esta provincia, mi señor, de acuerdo con las órdenes de su serenidad, y en una de las ciudades orientales llamada Jerusalén, en la que se erige el templo de la nación de los judíos, toda la comunidad de los judíos en asamblea me entregaron a un hombre llamado Jesús, formulando variadas e innumerables acusaciones contra él; mas no podían declararle culpable de nada. Pero lo acusaban de herejía, pues según ellos había dicho que su descanso no era adecuado.

Ese hombre llevó a cabo muchas curas y buenas obras; hizo ver a los ciegos, purificó a los leprosos, resucitó a los muertos, curó paralíticos, que no se podían mover en absoluto, y que únicamente tenían voz, y todos los huesos en su lugar; y les dio fuerza para caminar y correr, solamente con su palabra. E hizo aún otra obra más poderosa, insólita incluso para nuestros dioses, resucitó de entre los muertos a un tai Lázaro, que llevaba muerto cuatro días, ordenándole con una sola palabra al muerto que se levantara, cuando su cuerpo estaba ya corrompido por los gusanos que se alimentaban de sus heridas. Y ordenó al cuerpo fétido, que yacía en la tumba, que corriera, e igual que el novio de su cámara, así salió de su tumba, cubierto de un dulce perfume. Y a algunos que estaban gravemente afectados por demonios, y tenían su morada en lugares desiertos, y devoraban la carne de sus propios miembros, e iban de un lado a otro entre criaturas que se arrastran y animales salvajes, con una palabra los hizo racionales, y se volvieron sabios y honorables los que estaban atribulados por espíritus impuros, y a los demonios que había en ellos, los envió como una piara de cerdos al mar y los ahogó. Asimismo, otro que tenía una mano atrofiada, y vivía sufriendo, y no tenía siquiera la mitad del cuerpo sano, le curó con una sola palabra. Y una mujer aquejada de un problema de sangre durante mucho tiempo, y que debido a las pérdidas todas las articulaciones de los huesos se veían como a través de cristal, y todos los médicos la habían desahuciado sin esperanza, y no la habían curado, pues no había esperanza alguna de que recobrara la salud; pero una vez, cuando Jesús pasaba a su lado, le tocó por la parte de atrás el dobladillo de la túnica, y en aquel mismo momento recuperó la fuerza de su cuerpo, y sanó, como si no hubiera padecido ninguna enfermedad, y comenzó a correr rápidamente a su ciudad de Paneas. Así ocurrieron todas esas cosas: pero los judíos alegaron que Jesús había hecho todo eso durante el sabbath. Y vi que él había llevado a cabo obras más maravillosas que los dioses a los que adoramos. Entonces Herodes y Arquelao, y Felipe, y Anas y Caifas, junto con todo el pueblo, me lo entregaron para juzgarle. Y puesto que muchos provocaron un tumulto contra mí, ordené que fuera crucificado.

Y cuando lo crucificaron la oscuridad cubrió todo el mundo; el sol se ocultó completamente, y el cielo quedó oscuro, pese a que aún era de día, de modo que se veían las estrellas, aunque su brillo estaba apagado, por tanto, supongo que su excelencia no ignora que en todo el mundo se encendieron lámparas de la hora sexta hasta la noche, Y la luna, que era como sangre, no brilló en toda la noche, a pesar de que estaba llena, y las estrellas y Orión se lamentaron por los judíos, por la trasgresión que habían cometido.

Y el primer día de la semana, alrededor de la tercera hora de la noche, apareció el sol como nunca había brillado, y el cielo entero se iluminó. E igual que vienen los rayos en una tormenta, así aparecieron en el aire unos hombres de gran estatura, con bellas vestimentas, y de gloria indescriptible, y una hueste formada por innumerables ángeles, gritando y diciendo, Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad: Salid del Hades, vosotros que estáis encadenados en las profundidades del Hades. Y al oír su voz todas las montanas y colinas se movieron, y las rocas se resquebrajaron, y grandes abismos se formaron en la tierra, de modo que los propios lugares del abismo eran visibles.

Y en medio del terror, se vieron resucitar hombres muertos, y los judíos que lo vieron decían, Reconocemos a Abraham y a Isaac, y Jacob, y los doce patriarcas, que murieron hace aproximadamente dos mil quinientos anos, y vemos a Noé claramente en el cuerpo.

Y toda la muchedumbre caminaba y elevando la voz cantaba himnos a Dios, que decían. El Señor nuestro Dios, que ha resucitado de entre los muertos, ha devuelto la vida a los muertos, y ha derrumbado y destruido el Hades.

Así, mi señor rey, en toda aquella noche no cesó la luz. Y muchos de los judíos murieron, fueron hundidos y engullidos por los abismos aquella noche, y desaparecieron sus cuerpos.

Quiero decir, que aquellos judíos que profirieron injurias contra Jesús, sufrieron. Y únicamente quedó una sinagoga en Jerusalén, pues todas las sinagogas que habían estado en contra de Jesús fueron derribadas.

Así, estupefacto debido al terror, y poseído por un gran temblor, en aquel mismo momento ordené que lo que todos ellos habían hecho fuera escrito, y lo he enviado a su excelencia.

JUICIO y CONDENA de PILATO11

CUANDO llegaron las cartas a la ciudad de los romanos, y fueron leídas a César con no pocos oyentes, quedaron aterrorizados, porque, por la trasgresión de Pilatos, la oscuridad y el terremoto habían afectado a todo el mundo. Y César, furioso, envió soldados y ordenó que le trajeran a Pilatos preso.

Y cuando lo llevaron a la ciudad de los romanos, y César oyó que había llegado, se sentó en el templo de los dioses, por encima de todo el senado, y con todo el ejército, y con la comunidad bajo su poder, y ordenó a Pilatos que se quedara en la entrada. Y César le dijo. Tú, impío, si viste tan grandes señales procedentes de aquel hombre, ¿cómo te atreviste a hacerlo? Al atreverte a hacer una mala acción, has destruido todo el mundo.

Y Pilatos respondió. Rey y Autócrata, yo no soy culpable de lo que me acusas, sino la comunidad de los judíos, que está ofuscada, es la culpable. Y César preguntó, ¿Y quiénes son? Pilatos respondió. Heredes, Arquelao, Felipe, Anas y Caifas, y toda la comunidad de los judíos. César dijo, ¿Por qué razón llevaste a cabo sus propósitos? Y Pilatos respondió, Su nación es sediciosa e insubordinada, y no acata mi poder, Y César dijo. Cuando te lo entregaron deberías haberlo protegido y habérmelo enviado a mí, y no haber consentido que crucificaran a ese hombre, que era justo y había realizado tan grandes y buenos milagros, como dices en tu informe12. Pues mediante esos milagros quedó manifiesto que Jesús era el Cristo, el Rey de los judíos.

Y cuando César dijo esto, y pronunció el nombre de Cristo, todos los dioses cayeron a la vez y se convirtieron en polvo donde César estaba sentado con el senado. Y todas las personas que había cerca de César quedaron presas del miedo por la pronunciación de la palabra y la caída de sus dioses, y poseídos por el terror se marcharon todos, cada uno a su casa, maravillados por lo que había ocurrido. Y César ordenó que Pilatos fuera encerrado en un lugar seguro, para conocer la verdad respecto a Jesús.

Y a la mañana siguiente, cuando César estaba en el capitolio con todo el senado, reanudó el interrogatorio a Pilatos. Y dijo César, Di la verdad, impío, pues por tu acción impía, que cometiste contra Jesús hasta aquí se manifestaron tus malas obras, de modo que los dioses han quedado hechos escombros, Di, entonces, ¿quién es el que fue crucificado? Pues su nombre ha destruido todos los dioses. Pilatos respondió, verdaderamente son ciertas sus historias; pues incluso yo estaba convencido por sus obras de que era más grande que todos los dioses que veneramos. Y César dijo, ¿Por qué razón perpetraste entonces contra él aquella osadía, pese a conocerlo, o planeabas algún mal contra mi gobierno? Y Pilatos contestó, Lo hice por la trasgresión y sedición de los judíos infames y descontrolados13.

Y César se enfureció, y convocó un consejo con todo su senado y oficiales, y ordenó que se redactara un decreto contra los judíos, de la siguiente manera;

—A Liciano que ocupa el puesto más importante en la Región Oriental, Saludo:

He sido informado de la osadía perpetrada muy recientemente por los judíos que viven en Jerusalén y las ciudades circundantes, y sus acciones impías, cómo obligaron a Pilatos a crucificar a un dios llamado Jesús, y por su trasgresión el mundo se oscureció y fue llevado a la ruina. Ve, por tanto, Con un grupo de soldados, a por ellos y declara su cautiverio mediante este decreto. Obedece y procede contra ellos, y repártelos por todas las naciones extranjeras como esclavos, y expulsando a su nación de toda Judea tan pronto como sea posible demuestra, si no se ha hecho ya, que están llenos de maldad.

Y cuando este decreto llegó a la Región Oriental, Liciano obedeció, por miedo al decreto, y arrasó la nación de los judíos, y condenó a los que quedaron en Judea a la esclavitud, junto con los que había dispersos entre los gentiles, para que supiera el César que estas cosas había hecho Liciano contra los judíos en la Región Oriental, y para complacerle.

Y César decidió interrogar de nuevo a Pilatos, y ordenó a un capitán, de nombre Albio, que le Cortara la cabeza, diciendo. Igual que le puso las manos encima al hombre justo, llamado Cristo, así caerá de la misma manera, y no encontrará liberación.

Y cuando Pilatos llegó al lugar, rezó en silencio, diciendo, Oh, Señor, no me destruyas con los malvados hebreos, pues no habría puesto mis manos sobre ti, de no haber sido por los impíos judíos, porque provocaron una sedición contra mí: pero sabes que lo hice en la ignorancia. No me destruyas, por tanto, por este mí pecado, ni guardes rencor por la maldad que hay en mí, Oh, Señor, y en tu sierva Procla, que está conmigo en esta la hora de mi muerte, a quien le enseñaste en una profecía que serías clavado a la cruz. No la castigues también por mi pecado, sino perdónanos, y cuéntanos en el destino de tus justos. Y he aquí, que cuando Pilatos hubo acabado su plegaria se oyó una voz proveniente del cielo, que dijo. Todas las generaciones y las familias de los gentiles te considerarán bendito, porque durante tu mándalo se cumplieron todas las cosas que los profetas anunciaron respecto a mí; y tú también debes aparecer como testigo mío en mi segunda venida, cuando juzgue a las doce tribus de Israel, ya los que no hayan confesado mi nombre. Y el prefecto le cortó la cabeza a Pilatos, y he aquí que un ángel del Señor la recibió. Y cuando su mujer Procla vio que el ángel venía y recogía su cabeza, también ella, llena de alegría, entregó el espíritu, y fue enterrada con su marido14.

La MUERTE de PILATO,

que condenó A jesüs.

PUESTO que Tiberio César, emperador de los Romanos, padecía una dolorosa enfermedad, y al oír que había en Jerusalén un médico, de nombre Jesús, que curaba todas las enfermedades sólo con su palabra; y sin saber que los judíos y Pilatos lo habían condenado a muerte, le pidió a uno de sus asistentes, de nombre Volusiano, lo siguiente, Ve tan rápido como puedas mar a través, y dile a Pilatos, mi siervo y amigo, que me envíe a ese médico para que me devuelva la salud. Y Volusiano, atendiendo a la orden del emperador, partió inmediatamente y se presentó ante Pilatos, como le habían ordenado. Y le comunicó al propio Pilatos lo que Tiberio César le había mandado, diciendo, Tiberio César, emperador de los romanos, tu Señor ha oído que hay en esta ciudad un médico que cura enfermedades sólo con su palabra, y desea encarecidamente que se lo envíes para que cure su enfermedad. Y Pilatos quedó sumamente aterrorizado al oír esto, puesto que por envidia había mandado que lo asesinaran. Pilatos le respondió al mensajero diciendo. Ese hombre era un malhechor, que arrastraba a toda la gente tras de sí; así, que después de pedir consejo a los sabios de la ciudad, hice que lo crucificaran. Y cuando el mensajero volvía a donde se alojaba, se encontró a una mujer llamada Verónica que había conocido a Jesús, y le dijo, Oh, mujer, había un médico en esta ciudad, que curaba a los enfermos sólo con su palabra, ¿por qué le han matado los judíos? Y ella rompió a llorar, diciendo, Ay de mí, mi señor, era mi Dios y mi Señor a quien Pilatos, por envidia, condenó, y ordenó que fuera crucificado. Entonces él, enormemente entristecido, dijo, Siento mucho no poder cumplir aquello por lo que mi señor me ha enviado.

Verónica le dijo, Cuando mi Señor se iba a predicar, y yo me quedaba de mala gana privada de su presencia, quise que me pintaran un retrato suyo, para que mientras no tuviera su presencia, al menos el retrato de su imagen me proporcionara consuelo. Y cuando llevaba el lienzo al pintor para que me lo pintara, me encontré a mi Señor y me preguntó adonde iba. Y cuando le dije la razón de mi viaje, me pidió el lienzo y me lo devolvió con el retrato de su venerable cara. Por tanto, si tu señor lo mira con devoción, disfrutará inmediatamente del don de la salud.

¿Un retrato de este tipo se consigue con oro o plata? Preguntó. No, respondió ella, con una devoción piadosa. Iré contigo, y le llevaré el retrato a César para que lo vea y volveré.

Así, Volusiano volvió con Verónica a Roma y le dijo a Tiberio, el emperador, a Jesús, por que el tanto has esperado, Pilatos y los judíos lo entregaron a una muerte injusta, y por envidia lo fijaron a la madera de la cruz. No obstante, ha venido conmigo una mujer que trae el retrato del propio Jesús, y si lo observas con devoción, obtendrás enseguida el don de la salud. Y César hizo que extendieran en el camino telas de seda, y ordenó que le presentaran el retrato; y en cuanto lo hubo mirado recuperó su salud anterior.

Entonces Poncio Pilatos fue apresado por orden de César y llevado a Roma, César al oír que Pilatos había llegado a Roma, sintió una terrible ira contra él, e hizo que lo llevaran a su presencia.

Pilatos portaba con él la túnica sin costuras de Jesús, y se la puso cuando lo presentaron ante el emperador. Y en cuanto el emperador lo vio, dejó a un lado toda su ira, se levantó y fue hacia él, incapaz de hablarle con dureza de nada: y aquél que en su ausencia parecía tan fiero y terrible, ahora en su presencia era, en comparación, amable.

Y al poco tiempo de haberle despedido, se enfureció terriblemente contra él, sintiéndose desgraciado, porque no le había demostrado el enfado de su pecho, Y enseguida lo volvió a mandar llamar, jurando y quejándose de que era un hijo de la muerte, indigno de vivir en la tierra, Y en cuando lo vio, lo saludó, y dejó de lado toda la furia de su corazón.

Todos estaban sorprendidos, y él también lo estaba, de que estuviera tan furioso contra Pilatos en su ausencia, y no pudiera decirle nada severo cuando estaba presente. Al final, por inspiración divina, o tal vez por la persuasión de algunos cristianos, hizo que se quitara la túnica, y enseguida recuperó la furia anterior contra él. Y mientras el emperador le daba vueltas a esto, le dijeron que había sido la túnica del Señor Jesús. Entonces el emperador ordenó que lo encerraran en prisión hasta que se reuniera con los sabios y le aconsejaran qué debía hacer con él. Al cabo de unos días sentenciaron a Pílalo a que debía ser condenado a la muerte más infame. Al oír esto, Pilatos se dio muerte con su propio puñal, y acabó así con su vida.

Cuando le anunciaron la muerte de Pilatos a César, éste dijo, En verdad ha muerto de la muerte más infame, ni su propia mano le ha perdonado, Más tarde fue atado a un gran bloque de piedra y arrojado al río Tíber.

Pero los espíritus impuros y malvados. regocijándose en su cuerpo malvado e impuro, se movían en el agua, y provocaban en el aire terribles rayos y tempestades, truenos y pedrisco, de modo que estaban todos aterrorizados. Por lo cual, los romanos lo sacaron del Tíber, lo llevaron entre burlas a Vienne, y lo arrojaron al río Ródano. Pues Víenne significa, más o menos. Camino de Gehena, pues por aquel entonces era un lugar maldito. Y los malos espíritus estaban allí, y hacían lo mismo.

Aquellos hombres, sin embargo, no soportaban ser amenazados de aquella manera por demonios y sacaron el recipiente de maldiciones de allí y lo mandaron enterrar en el territorio de Lausanne. Pero sumamente acongojados por las tribulaciones antes mencionadas, lo alejaron de ellos y lo arrojaron a un lago rodeado de montanas, de donde incluso hoy en día, según explican algunos, se dice que surgen artilugios diabólicos,

notas a las CARTAS de HERODES y PILATO.



















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