miércoles, 16 de diciembre de 2009

LIBROS NO CANÓNICOS DANIEL

INDICE DE LOS CAPITULOS DE DANIEL

13 Susana y el juicio de Daniel

14 Bel y el dragan. Daniel y los sacerdotes de Bel

Daniel mata al dragón

Daniel en el foso de los leones

13 SuSana y el juicio de Daniel

1 Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. 2 Se había casa do con una mujer llamada Susana, hija de Jelcías, que era muy bella y fiel a Dios. 3Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés.

4 Joaquín era muy rico y tenía un jardín contiguo a su casa; como era el más ilustre de los judíos, todos solían reunirse allí. 5 Aquel año habían sido designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos de quienes dice el Señor: «Los ancianos y jueces que presumen de guías del pueblo han traído la injusticia de Babilonia.» 6 Ellos frecuentaban la casa de Joaquín y todos los que tenían algún pleito pendiente acudían a ellos.

7 A mediodía. cuando la gente se marchaba, Susana entraba a pasear en el jardín de su marido. 8Los dos ancianos la veían a diario cuando entraba a pasear y llegaron a desearla apasionadamente.

9 Perdieron la cabeza y desviaron su atención, olvidándose de Dios y de sus sentencias justas. 10 Los dos estaban locos de pasión por ella. pero no se atrevían a confesarse mutuamente su tormento, 11pues les daba vergüenza reconocer el deseo de tener relaciones con ella, 12y todos los días acechaban afanosamente para verla.

13 Un día se dijeron el uno al otro: « Vamonos a casa, que es la hora de comer». Al salir, se separaron, 14pero dieron la vuelta y regresaron al mismo sitio. Tras preguntarse mutuamente el motivo, terminaron reconociendo su pasión y acordaron aprovechar la ocasión en que pudieran sorprenderla sola.

15 Un día, mientras acechaban el momento apropiado, entró Susana como en días anteriores acompañada solamente por dos criadas y, como hacía calor, quiso bañarse en el jardín. 16No había nadie allí, excepto los dos ancianos que escondidos la espiaban.

17 Susana dijo a las criadas: «Traedme aceite y perfumes, y cerrad las puertas del jardín para que pueda bañarme.» 18Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la puerta lateral para traer lo que Susana había pedido, sin ver a los ancianos que estaban escondidos.

19 En cuanto salieron las criadas, los dos ancianos se levantaron, se acercaron corriendo a ella 20 y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; así que déjanos acostarnos contigo. Si te niegas, te acusaremos diciendo que estabas con un joven y que por eso habías despedido a tus criadas.»

22 Susana empezó a gemir y dijo: «¡No tengo escapatoria! Si consiento, me espera la muerte; pero si me niego, no me libraré de vosotros.

23 Prefiero caer en vuestras manos por no consentir a pecar contra el Señor.» 24 Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Pero los dos ancianos también gritaron contra ella, 25 y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.

26 Al oír el griterío en el jardín, los de la casa se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría, 27 y cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque jamás se había dicho de Susana nada parecido.

28 A la mañana siguiente, cuando la gente se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron también los dos ancianos con la perversa intención de condenar a muerte a Susana.29 Y en presencia del pueblo dijeron: «Id a buscar a Susana, la hija de Jelcías y mujer de Joaquín.» Fueron a buscarla y ella compareció acompañada de sus padres, sus hijos y todos sus parientes.31 Susana era sumamente delicada y muy hermosa.

32 Aquellos canallas le ordenaron que se quitase el velo con el que estaba cubierta, para poder regodearse en su belleza.

33 Sus familiares y todos los que la veían rompieron a llorar.

34 Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana.

35 Ella, llorando, levantó la mirada al cielo, pues su corazón confiaba plenamente en el Señor. 36Los ancianos dijeron: «Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, entró ésta con dos criadas, cerró las puertas y despidió a las doncellas.

37 Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. 38Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver la infamia, corrimos hacia ellos 39y los sorprendimos abrazados, pero a él no pudimos atraparlo porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.

40 A ésta, en cambio, la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven, 41 pero no quiso decírnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.»

La asamblea los creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran, y condenaron a muerte a Susana.

42 Entonces Susana se puso a gritar a grandes voces: «Dios eterno, que ves lo escondido y conoces todo antes de que suceda, 43 tú sabes que éstos han dado falso testimonio contra mí. Y ahora tengo que morir, sin haber hecho nada de lo que éstos han tramado injustamente contra mí.»

44 El Señor la escuchó 45 y, cuando era conducida a la muerte, despertó el santo espíritu de un muchacho llamado Daniel, 46que se puso a gritar: «¡Yo soy inocente de la sangre de esta mujer!» 47 Toda la gente se volvió hacia él y le preguntaron: «¿Qué significa eso que acabas de decir?»

48 Él, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, israelitas, como para condenar a una hija de Israel sin hacer interrogatorios y sin investigar la verdad? 49 ¡Volved al tribunal, porque éstos han dado falso testimonio contra ella!»

50 La gente volvió rápidamente y los ancianos dijeron a Daniel: «Siéntate aquí en medio de nosotros e infórmanos, ya que Dios te ha concedido tal privilegio.»

51 Daniel les dijo: «Separadlos lejos el uno del otro, que voy a interrogarlos.»

52 Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la maldad, ahora reaparecen tus delitos del pasado, 53 cuando dictabas sentencias injustas, condenando a los inocentes y absolviendo a los culpables, aunque el Señor ordenaba: «No condenarás a muerte al inocente ni al justo.» 54 Si realmente la viste, dinos bajo qué árbol los viste abrazados.» Él respondió: «Bajo una acacia.»

55 Y Daniel replicó: «Tu mentira se vuelve contra tí, pues un ángel de Dios ya ha recibido la sentencia divina y te partirá por medio.» 56 Una vez retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la belleza te ha seducido y la pasión ha pervertido tu corazón! 57 Así tratabais a las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros. Pero una mujer judía no se ha sometido a vuestra maldad.

58 Ahora dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?» Él respondió: «Bajo una encina.» 59Y Daniel replicó: «También tu mentira se vuelve contra ti, porque el ángel del Señor ya está esperando con la espada, para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros.»

60 Entonces toda la asamblea se puso a gritar a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él.

61 Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había declarado convictos por propia confesión de falso testimonio 62 y les aplicaron el mismo castigo que ellos habían tramado contra su prójimo: de acuerdo con la ley de Moisés, fueron ejecutados. Y aquel día se salvó una vida inocente.

63 Jelcías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, lo mismo que su marido Joaquín y todos sus parientes, porque no había hecho nada vergonzoso.

64 Y a partir de aquel día, Daniel gozó de gran estima entre el pueblo.

14 Bel y el dragón. Daniel y los sacerdotes de Bel

1 El rey Astiages fue a reunirse con sus padres y le sucedió en el trono Ciro el Persa.

2 Daniel era comensal del rey y el más apreciado entre todos sus amigos.

3 Los babilonios tenían un ídolo llamado Bel, al que ofrecían diariamente doce fanegas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis toneles de vino.

4 También el rey lo veneraba y todos los días iba a adorarlo. Daniel, en cambio, adoraba a su Dios.

5 El rey le preguntó: «¿Por qué no adoras a Bel?» Él respondió: «Porque yo no venero a ídolos de fabricación humana, sino al Dios .vivo, creador de cielo y tierra y señor de todos los vivientes.»

6 El rey replicó: «¿Piensas entonces que Bel no es un dios vivo? ¿Es que no ves todo lo que come y bebe a diario?»

7 Daniel se echó a reír y dijo: «No te engañes, majestad; eso es de barro por dentro y de bronce por fuera, y jamás ha comido ni bebido nada.»

8Enfurecido el rey mandó llamar a sus sacerdotes y les dijo: «Si no me decís quién es el que se come este derroche, moriréis; pero si demostráis que se lo come Bel, morirá Daniel por haber blasfemado contra Bel.»

9 Daniel dijo al rey: «¡Que se haga como dices!» Los sacerdotes de Bel eran setenta, sin contar las mujeres y los hijos.

10 El rey se dirigió. con Daniel al templo de Bel.

11Los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir fuera. Tú, majestad, manda poner la comida y el vino mezclado; luego cierra la puerta y séllala con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, compruebas que Bel no se ha comido todo, moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel por habernos calumniado.»

12 Ellos estaban confiados, porque habían hecho debajo de la mesa un pasadizo secreto por donde entraban siempre a consumir las ofrendas.

13 Cuando salieron ellos, el rey hizo poner la comida ante Bel.

14 Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran por todo el templo, sin más testigos que el rey. Luego salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real y se marcharon.

15 Los sacerdotes llegaron por la noche, como de costumbre, con sus mujeres y sus hijos, y se lo comieron y bebieron todo.

16 El rey salió muy temprano con Daniel.

17 El rey le preguntó: «Daniel, ¿están intactos los sellos?» Él respondió: «Sí, majestad.»

18 Nada más abrir la puerta, el rey miró a la mesa y exclamó a voz en grito: «¡Qué grande eres, Bel. No hay en ti ningún engaño!»

19Daniel se echó a reír, detuvo al rey para que no entrara dentro y le dijo: «Mira al suelo y comprueba de quién son esas huellas.»

20 El rey contestó: «Veo huellas de hombres, de mujeres y de niños.»

21 Enfurecido el rey hizo arrestar a los sacerdotes con sus mujeres y sus hijos, y ellos le mostraron las puertas secretas por donde entraban a comer lo que había sobre la mesa.

22 El rey mandó matarlos y entregó a Bel en poder de Daniel, el cual lo destruyó junto con su templo.

Daniel mata al dragón

23 Había también un gran dragón al que los babilonios veneraban.

24 El rey dijo a Daniel: «No dirás que éste es también de bronce. Mira, está vivo, come y bebe. No puedes negar que es un dios vivo; así que adóralo.»

25 Daniel respondió: «Yo adoro al Señor mi Dios, que es el Dios vivo. Y si tú me das permiso, majestad, yo mataré a ese dragón sin espada ni palo.»

26 Y el rey le contestó: «Te lo doy.» 27 Entonces Daniel tomó pez, grasa y pelos; lo coció todo junto, hizo unas bolas y las echó en las fauces del dragón» que al comerlas reventó. Y Daniel dijo:

«¡Mirad lo que adoráis!» 28Cuando los babilonios se enteraron, se enfurecieron mucho y se amotinaron contra el rey, diciendo: «El rey se ha hecho judío: ha destruido a Bel, ha matado al dragón y ha degollado a los sacerdotes.»

29Fueron, pues, a decir al rey: «Entréganos a Daniel; si no, te mataremos a tí y tu familia.» 30 Ante tan grandes amenazas, el rey se vio obligado a entregarles a Daniel.

Daniel en el foso de los leones

31 Ellos lo arrojaron al foso de los leones, donde permaneció seis días.

32Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos cadáveres y dos carneros. Pero en esta ocasión no se les dio nada, para que devoraran a Daniel.

33 Estaba entonces en Judea el profeta Habacuc. Había preparado un guiso y desmigado panes en un plato, y se dirigía al campo a llevárselo a los segadores.

34El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes a Babilonia para Daniel, que está en el foso de los leones.» 35Habacuc respondió: «Señor, no he visto jamás Babilonia ni conozco ese foso.» 36 Entonces el ángel del Señor lo agarró por la cabeza y, llevándolo por los cabellos, lo dejó en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de su soplo.

37 Habacuc gritó: «Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te envía.»

38 Y Daniel exclamó: «Dios mío, te has acordado de mí y no has abandonado a los que te aman.»

39 Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios en un suspiro volvía a depositar a Habacuc en su lugar.

40 Al día séptimo el rey vino a llorar a Daniel; se acercó al foso, miró y encontró a Daniel sentado.

41 Entonces exclamó a voz en grito: «¡Qué grande eres, Señor, Dios de Daniel. No hay más dios que tú.»

42 Luego mandó sacar a Daniel del foso e hizo arrojar en él a los que habían buscado su perdición, y al instante fueron devorados en su presencia.

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