sábado, 19 de diciembre de 2009

INTRODUCCIÓN

Usted encontrará entre estas tapas todos los escritos eclesiásticos de las primeras autoridades cristianas cuya existencia se conoce, y aún así se omitieron del Nuevo Testamento autorizado.

Se publican aquí como una cuestión de registro. Sean canónicos o no, al menos estos escritos son de una gran antigüedad.

Los orígenes están anotados en los párrafos al principio de cada libro. Esto hará que el lector pueda formarse sus propias conclusiones por lo que atañe a la autenticidad de los escritos. Estos escritos son una imagen intensa de las mentes de los hombres durante el periodo post-apostólico de la Iglesia. Descarte las afirmaciones desde el punto de vista histórico como usted quiera; tienen estos evangelios y epístolas una seriedad de intención, y un celo de expresar un mensaje, si­milar al de nuestra Biblia autorizada.

Surge de forma natural una interesante cuestión en referencia a por qué estos escritos fueron descartados de la selección de material que ha llegado a nosotros en la versión autorizada.

La recopilación de la Biblia no fue un acto de ninguna ocurrencia definida. Fue un asunto complicado y abstruso. Fue una evolución en manos de Hombres de Iglesia de distintas creencias y propósitos. En la formulación de las doctrinas de la primera iglesia hubo discordia, celos personales, intolerancia, persecución, fanatismo. Que de toda esta confusión saliese la Biblia, con su buena inspiración, parecería la presentación de una base plausible para creer en su origen Divino.

Pero ¿quién puede negar que bajo unas circunstancias tan viciosas y humanas muchos escritos de una intención tan pura y una sinceridad tan profunda como otros que se incluyen en la Biblia autorizada, debieron omitirse? La historia del primer consejo de Niza, cuando el obispo de Alejandría ordenó a Ario que abandonase sus creencias o sería declarado hereje, y se ordenó que destruyesen sus escritos, es elocuente de muchas de las cosas que ocurrieron. Los hombres buenos se comprometieron con ambos lados de las controversias eclesiásticas.

Cerca de dos tercios de este volumen se ocupan de las epístolas. Usted descubrirá unas cartas de Pablo de otro modo desconocidas por el público en general; y las iluminadoras cartas de Clemente y otras, concluyendo con la correspondencia e informes de Herodes, Poncio Pilato, y Tiberio César.

En referencia a estas epístolas, el arzobispo de Canterbury Wake, que las tradujo de las originales, dice que aquí hay una colección completa y perfecta de "todos los escritos genuinos que nos quedan de los Padres Apostólicos, y que siguen la antigüedad de la Iglesia desde los tiempos de las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento hasta cerca de unos ciento cincuenta años después de Cristo; que excepto las Sagradas Escrituras, no queda nada de la antigüedad Cristiana verdaderamente genuina anterior; que contienen todo lo que puede atribuirse con alguna certeza a los Padres más Primitivos, que no solo tenían la ventaja de vivir en tiempos apostólicos, de escuchar a los Santos Apóstoles, y conversar con ellos, sino que además la mayoría de ellos eran personas con una posición bastante eminente en la iglesia; también: que no podemos dudar por cualquier motivo de lo que nos transmiten como el Evangelio de Cristo, sino que lo deberíamos recibir, si no con igual veneración, con un poco menos de respeto de lo que recibimos las Sagradas Escrituras de aquellos que fueron sus maestros e instructores"; y, dice el Arzobispo "si se pregunta cómo llegué a escoger la monótona tarea de traductor, antes que la parte más ingeniosa de publicar algo de mi propia composición, fue, en pocas palabras, por esto; porque esperaba que unos escritos como estos encontrarían una aceptación más general y con menos prejuicios por parte de todo tipo de hombres que cualquier otra cosa que pudiera escribir alguien en vida".

Esta colección de Los Libros Perdidos de la Biblia, se ha publicado, sin prejuicio ni motivo, salvo el de que el lector pueda encontrar alguna cosa que le plazca y le instruya, y pueda ser libre para disfrutar de su propia especulación y tener su propia opinión de estos antiguos y bonitos escritos.

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