sábado, 19 de diciembre de 2009

El PROTEVANGELIO NACIMIENTO de CRISTO

o un relato histórico del

y la perpetua VIRGEN MARÍA, SU madre, POR. JAIME EL MENOR, primo Y hermano DEL señor jesús, apóstol PRINCIPAL Y PRIMER obispo DE LOS cristianos EN jerusalén.

[Este Evangelio se atribuye a Jaime. Las alusiones a él en los antiguos Padres son frecuentes, y sus expresiones indican que había obtenido un crédito muy general en el mundo cristiano. Las controversias fundadas en él se refieren principalmente a la edad de José en el nacimiento de Cristo, y el hecho de que era un viudo con niños, antes de su boda con la Virgen. Parece material remarcable, que las leyendas de los últimos años afirman la virginidad de José, sin tener en cuenta que Epifanio, Hilario, Crisóstomo, Cirilo, Eutimio, Tefilacto, Ocumenio, e incluso todos los padres latinos hasta Ambrosio, y posteriormente los padres griegos, mantienen la opinión de la edad de José y su familia, basándose en su creencia en la autenticidad de este libro. Se supone que originalmente se compuso en hebreo. Postello trajo el manuscrito de este Evangelio desde el Levante, traducido al Latín, y lo envió a Opórimo, un impresor en Brasil, donde Bibliander, un teólogo protestante, y profesor de teología en Zurich, hizo que lo imprimieran en 1552. Postello afirma que se leyó públicamente como canónico en las iglesias orientales, quienes no tenían duda de que Jaime era su autor. Se considera, de todos modos, apócrifo por algunos de los teólogos más sabios de las iglesias protestante y católica.]

CAP. I.

1 Joaquín, un hombre rico, 2 ofrece al Señor, 3 recibe la oposición de Rubén el sumo sacerdote, porque no ha engendrado descendencia en Israel, 6 se retira al campo y ayuna cuarenta días y cuarenta noches.

EN la historia de las doce tribus de Israel leemos que existió una persona llamada Joaquín, que siendo muy rico, hizo el doble' de ofrendas al Señor Dios, al haber tomado esta decisión: mi descendencia será para beneficio de todo el pueblo, y para que encuentre la misericordia del Señor Dios para el perdón de mis pecados.

2 Pero en cierto gran banquete del Señor, cuando las criaturas de Israel ofrecían sus regalos, y Joaquín también ofreció el suyo. Rubén el alto sacerdote se opuso a él, diciendo que no es lícito para ti ofrecer tus regalos, viendo que no has engendrado descendencia alguna en Israel.

3 Joaquín muy preocupado por esto, se marchó a consultar la opinión de las doce tribus, para ver si él era la única persona que no había engendrado descendencia.

4 Pero al preguntar se encontró con que todos los justos habían plantado semilla en Israel:

5 Entonces recordó al patriarca Abraham. Cómo ese Dios en el fin de su vida le había dado a su hijo Isaac; sobre lo cual él estaba demasiado angustiado, y no quería que su esposa le viese:

6 Pero se retiró a la soledad, y fijó su tienda allí, y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciéndose a sí mismo.

7 No bajaré ni para comer ni para beber, hasta que el Señor mi Dios me mire, y la plegaria será mi carne y mi bebida2.

CAP. II.

7 Ana, la esposa de Joaquín, lamenta su esterilidad, 6 Judith su doncella la reprocha con ello, 9 se sienta bajo un laurel y le reza al Señor.

MIENTRAS tanto su esposa Ana estaba angustiada y perpleja por una doble razón, y dijo Me lamentaré tanto por mi viudedad como por mi esterilidad.

2 Entonces se acercó un gran festín del Señor, y Judith su doncella dijo, ¿Cuánto tiempo afligirás tu alma de esta manera? El banquete del Señor está al caer, en el que es ilícito para todo el mundo lamentarse.

3 Toma entonces esta capucha que fue dada por alguien que hace estos objetos, porque no es adecuado que yo, que soy una sirviente, la lleve, pero caerá bien a una persona con un carácter más grande como el tuyo.

4 Pero Ana respondió, Aléjate de mi, No estoy acostumbrada a estas cosas; además, el Señor me ha humillado en gran manera.

5 Temo que alguien con malos pensamientos no te haya dado esto, y que hayas venido a contaminarme con el pecado.

6 Entonces Judith su doncella respondió, ¿Qué mal te puedo desear si no me escuchas?

7 No te puedo desear peor maldición que la que estás soportando, en la que Dios ha callado tu vientre, para que no seas una madre de Israel.

8 Con esto Ana estaba demasiado angustiada, y llevando puesto su vestido de novia, salió a pasear hacia las tres de la tarde en el jardín.

9 Y vio un laurel, y se sentó debajo, y le rezó a Dios, diciendo,

10 O Dios de mis padres, bendíceme y escucha mi plegaria igual que bendecistes el vientre de Sara, y le diste un hijo Isaac3.

CAP. III.

1 Ana al descubrir un nido de gorriones se lamenta de su esterilidad.

Y mientras miraba hacia el cielo percibió un nido de gorriones en el laurel,

2 Y lamentándose interiormente, dijo, ¿Quién soy yo, quién me engendró? ¿Y qué vientre me llevó, para que fuese tan desventurada ante las criaturas de Israel, y para que me reprochasen y me ridiculizasen en el templo de Dios?: ¿Quién soy yo, a qué puedo compararme?

3 No soy comparable ni a las mismas bestias de la tierra porque incluso las bestias de la tierra son fértiles ante ti, ¡Oh Señor! ¿Quién soy yo, a qué puedo compararme?

4 No soy comparable a los animales salvajes, porque incluso los animales salvajes son fértiles ante ti, ¡Oh Señor! ¿Quién soy yo, a qué puedo compararme?

5 No puedo compararme con esta agua, porque incluso las aguas son fértiles ante ti, ¡Oh Señor! ¿Quién soy yo, a qué puedo compararme?

6 No soy comparable a las olas del mar; porque éstas, tanto si están en calma, como en movimiento, con tos peces que hay en ellas, te alaban, ¡Oh Señor! ¿Quién soy yo, a qué puedo compararme?

7 No soy comparable a la misma tierra, porque la tierra produce sus frutos, y te elogia, ¡Oh Señor!

CAP. IV.

1 Un Ángel se aparece a Ana y le dice que concebirá; dos ángeles aparecen ante ella en la misma misión. 5 Joaquín ofrece sacrificios. 8 Ana va a su encuentro, 9 alegrándose por que va a concebir.

ENTONCES un ángel del Señor se alzó ante ella y dijo. Ana, Ana, el Señor ha oído tu plegaria; concebirás y darás a luz, y se hablará de tu progenie en todo el mundo,

2 Y Ana respondió. Igual que el Señor mi Dios vive, que aquello que traiga al mundo, sea macho o hembra, lo dedicaré al Señor mi Dios, y atenderá para él las cosas sagradas, durante toda su vida.

3 Y contemplando allí aparecieron dos ángeles, que le dijeron, Observa que Joaquín tu marido viene con sus pastores.

4 Porque un ángel del Señor también ha bajado ante él y le ha dicho, el Señor Dios ha oído tu ruego, apresúrate y ve, porque observa que Ana tu esposa va a concebir.

5 Y Joaquín bajó y llamó a sus pastores, diciendo, Traedme aquí diez corderos hembra sin mancha ni tacha, y serán para el Señor mi Dios.

6 Y traedme doce temeros sin mancha, y doce temeros serán para los sacerdotes y los viejos.

7 Traed también cien cabras, y las cien cabras serán para todo el pueblo.

8 Y Joaquín bajó con los pastores, y Ana estaba junto a la puerta y vio a Joaquín que venía junto a los pastores.

9 Y corrió, y colgándose de su cuello, dijo, Ahora sé que el Señor me ha bendecido en gran manera:

10 Porque observa, yo que era una viuda ya no lo soy, y yo que era estéril concebiré.

CAP. V.

1 Joaquín se queda el primer día en su casa, pero ofrece sacrificios al día siguiente. 2 consulta el grabado en la frente del sacerdote. 3 Y está sin pecado. 6 Ana da a luz a una hija, 9 a la que llama María.

Y Joaquín aguantó el primer día en su casa, pero al día siguiente trajo sus ofrendas y dijo,

2 Si el Señor me fuese propicio deja que el grabado que lleva el sacerdote en la frente4 lo manifieste así.

3 Y él consultó el grabado que el sacerdote llevaba, y lo vio, y observó que el pecado no se encontraba en él.

4 Y Joaquín dijo, Ahora sé que el Señor me es propicio, y me ha quitado todos mis pecados.

5 Y bajó del templo del Señor justificado, y se fue a su propia casa.

6 Y cuando se cumplieron nueve meses para Ana, dio a luz, y le dijo a la comadrona, ¿Qué he traído al mundo?

7 Y ella le dijo, una niña.

8 Y entonces Ana dijo, el Señor ha magnificado mi alma este día; y yació en su cama.

9 Y cuando los días de su purificación se hubieron cumplido, amamantó a su criatura, y la llamó con el nombre de María.

CAP. VI.

1 María a los nueve meses de edad, da nueve pasos, 3 Ana la mantiene sagrada, 4 Cuando tiene un año, Joaquín da un gran banquete. 7 Ana le da el pecho, y canta una canción al Señor.

Y la criatura aumentaba en fuerza cada día, de manera que cuando tenía nueve meses, su madre la puso en el suelo para ver si podía tenerse en pie; y cuando hubo dado nueve pasos, volvió de nuevo al regazo de su madre.

2 Entonces su madre la cogió en brazos, y dijo. Como el Señor mi Dios vive, tú no volverás a andar de nuevo sobre esta tierra hasta que te lleve al templo del Señor.

3 De esta forma ella convirtió su aposento en un lugar sagrado, y no permitió que nada inusual ni sucio se le acercase, mas invitó a algunas hijas inmaculadas de Israel, y la apartaron.

4 Pero cuando la criatura tenía un año, Joaquín hizo un gran festín, e invitó a los sacerdotes, escribas, primogénitos, y a toda la gente de Israel;

5 Y Joaquín entonces hizo una ofrenda de la niña a los grandes sacerdotes, y la bendijeron, diciendo, El Dios de nuestros padres bendice a esta niña, y le dan un nombre famoso y perdurable durante todas las generaciones. Y toda la gente respondió, Que así sea, Amén.

6 Entonces Joaquín la ofreció una segunda vez a los sacerdotes, y la bendijeron, diciendo, Oh Altísimo Dios, observa esta niña, y bendícela con una bendición eterna.

7 Sobre esto su madre la cogió en brazos, y la amamantó, y elevó la siguiente canción al Señor5.

8 Cantaré una nueva canción para el Señor mi Dios, porque él me ha visitado, y me ha quitado el reproche de mis enemigos, y me ha dado el fruto de su bondad, para que ahora los hijos de Rubén puedan contar, que Ana amamanta.

9 Entonces puso la criatura a descansar en la sala que había consagrado, y salió y les atendió.

10 Y cuando el banquete hubo terminado, se fueron alegrándose y alabando al Dios de Israel.

CAP. VII.

3 Cuando María tenía tres años, Joaquín hace que algunas vírgenes enciendan una antorcha cada una, y se va con ella al templo. 5 El sumo sacerdote la coloca en el tercer escalón del altar, y ella baila con sus pies.

PERO la niña creció, y cuando tenía dos anos, Joaquín le dijo a Ana, Llevémosla al templo del Señor, para poder cumplir con nuestro voto, que hemos prometido al Señor Dios, a menos que se enojara con nosotros, y nuestro ofrecimiento no fuese aceptable.

2 Pero Ana dijo, Esperemos al tercer ano, para que no pierda el conocimiento de su padre. Y Joaquín dijo, Esperemos entonces.

3 Y cuando la criatura tuvo tres años, Joaquín dijo, Invitemos a las hijas de los hebreos, que están inmaculadas, y dejémoslas coger cada una antorcha, para quedar iluminadas, para que la niña no de la vuelta de nuevo, y que su mente se vuelva en contra del templo del Señor.

4 Y así lo hicieron hasta que ascendieron al templo del Señor. Y el sumo sacerdote la recibió, y la bendijo, y dijo, María, el Señor Dios ha magnificado tu nombre para todas las generaciones, y hasta el mismo fin del tiempo junto a ti el Señor mostrará su redención a los hijos de Israel.

5 Y la puso sobre el tercer escalón del altar, y el Señor le dio su gracia, y ella bailó con sus pies, y toda la casa de Israel la amó.

CAP. VIII.

2 María alimentada en el templo por los ángeles, 3 A los doce años los sacerdotes consultan qué hacer con ella. 6 El ángel del Señor avisa a Zacarías de que llame a todos los viudos, y que todos traigan una vara. 7 La gente se reúne al sonido de una trompeta. 8 José tira su hacha, y va al encuentro, 11 una paloma sale de su vara, y se ilumina en su cabeza. 12 Es escogido para prometerse con la Virgen. 13 Lo rechaza porque es un hombre viejo, 15 se le obliga, 16 la lleva a casa, y va a ocuparse de su negocio de construcción.

Y sus padres se fueron llenos de asombro, y alabando a Dios, porque la niña no volvió con ellos.

2 Si no que María siguió en el templo como una paloma educada allí, y recibió su comida de la mano de un ángel.

3 Y cuando tuvo doce años de edad, los sacerdotes se reunieron en un consejo, y dijeron. Observad, María tiene doce años de edad; ¿qué debemos hacer con ella, por temor de que el sagrado lugar del Señor nuestro Dios debería ser inmaculado?

4 Entonces respondieron los sacerdotes a Zacarías el sumo sacerdote, Ponte de pie en el altar del Señor, y entra en el lugar sagrado, y haz peticiones con relación a ella, y sea lo que sea lo que el Señor te manifieste, hazlo.

5 Entonces el sumo sacerdote entró en el Sagrado de los Sagrados, y llevándose consigo el peto del juicio6 hizo plegarias sobre ella;

6 Y por eso el ángel del Señor vino a él, y dijo, Zacarías, Zacarías, Sigue y llama a reunión a todos los viudos del pueblo, y haz que cada uno de ellos traiga su vara, y aquel sobre el que el Señor muestre una señal, será el esposo de María.

7 Y los pregoneros salieron por toda Judea, y la trompeta del Señor sonó, y todo el pueblo corrió a reunirse.

8 José también, tirando su hacha, salió a su encuentro; y cuando se encontraron, fueron hacia el sumo sacerdote, llevando cada hombre su vara.

9 Después de que el sumo sacerdote recibiera sus varas, entró en el templo para rezar;

10 Y cuando hubo terminado, tomó las varas, y salió y las distribuyó, y ningún milagro las acompañaba.

11 La última vara fue tomada por José, y observó que una paloma salió de la vara, y voló hacia la cabeza de José.

12 Y el sumo sacerdote dijo, José, Tú eres la persona escogida para tomar a la Virgen del Señor, para guardarla para él:

13 Pero José no aceptó, diciendo, yo soy un hombre mayor, y tengo hijos, pero ella es joven, y temo parecer ridículo en Israel.

14 Entonces el sumo sacerdote respondió, José, no temas al Señor tu Dios, y recuerda cómo trató Dios a Datan, Corah, y Abiram, cómo se abrió la tierra y los engulló, debido a su contradicción.

15 Ahora por esto, José, teme a Dios, no sea que ocurran cosas así en tu familia.

16 Al estar José asustado entonces, la llevó a su casa, y José le dijo a María, Mira, te he tomado del templo del Señor, y ahora te dejaré en mi casa; Debo ir a ocuparme de mi negocio de construcción. El Señor esté contigo.

CAP. IX.

1 Los sacerdotes desean un nuevo velo para el templo, 3 siete vírgenes se quitan muchos para hacer distintas partes de él, 4 la mayoría para hilar el verdadero velo púrpura para María. 5 Zacarías, el sumo sacerdote, enmudece. 7 María toma un cazo para sacar agua, y oye una voz, 8 tiembla y empieza a trabajar, 9 un ángel aparece, y la saluda, y le dice que concebirá por el Espíritu Santo, 17 ella se somete, 19 visita a su prima Elisabeth, cuya criatura palpita en su vientre.

Y vino a suceder, en un consejo de los sacerdotes, que se dijo, Hagamos un nuevo velo para el templo.

2 Y el sumo sacerdote dijo, Reunamos ante mí a siete vírgenes inmaculadas de la tribu de David.

3 Y los sirvientes fueron y las trajeron al templo del Señor, y el sumo sacerdote les dijo Juntad muchos ante mí ahora, quién de vosotras hilará la hebra dorada, quién la azul, quién la escarlata, quién el lino bueno, y quién el verdadero púrpura.

4 Entonces el sumo sacerdote conoció a María, que era de la tribu de David; y la llamó, y el púrpura verdadero cayó en su montón para hilar, y se fue a su propia casa.

5 Pero desde ese momento Zacarías el sumo sacerdote quedó mudo, y Samuel fue puesto en su lugar hasta que Zacarías volviese a hablar.

6 Pero María tomó el púrpura verdadero, y lo hiló.

7 Y tomó un cazo, y salió para coger agua, y oyó una voz que le decía, Te saludo a ti que estás llena de gracia7, el Señor está contigo; bendita tú eres entre las mujeres.

8 Y miró alrededor a izquierda y derecha (para ver) de dónde venía esa voz, y entonces entró en su casa, y dejando en el suelo el cazo de agua tomó el púrpura, y se sentó en su silla para trabajarlo.

9 Y observó al ángel del Señor que estaba de pie ante ella, y dijo, No temas, María, porque has encontrado el favor ante los ojos de Dios;

10 Lo que cuando fue oído por ella, le hizo razonar sobre lo que aquel saludo significaba.

11 Y el ángel le dijo, El Señor está contigo, y tú concebirás.

12 A lo que ella respondió, ¡Qué! ¿Concebiré por el Dios viviente, y daré a luz como lo hacen todas las demás mujeres?

13 Pero el ángel no devolvió respuesta, No es así, Oh María, sino que el Espíritu Santo vendrá a ti, y el poder del Altísimo te eclipsará;

14 Por lo cual aquel que nazca de ti será santo, y se llamará el Hijo del Dios Viviente, y tú le llamarás con el nombre de Jesús; porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

15 Fíjate en tu prima Elisabeth, que también a concebido a un hijo de su avanzada edad.

16 Y este es ahora el sexto mes en ella, a quien llamaban estéril; porque nada es imposible para Dios.

17 Y María dijo, Contempla a la doncella del Señor; deja que venga a mí según tu palabra.

18 1Í Y cuando hubo trabajado su púrpura, lo llevó al sumo sacerdote, y el sumo sacerdote la bendijo, diciendo, María el Señor ha magnificado tu nombre, y serás bendecida en todas las épocas del mundo.

19 Entonces María, llena de alegría, se fue a ver a su prima Elisabeth, y llamó a la puerta.

20 Y cuando Elisabeth la oyó, corrió y le abrió, y la bendijo, y dijo, ¿Cómo es que me pasa esto a mí, que la madre de mi Señor me viene a ver?

21 ¡He aquí! Tan pronto como la voz de tu saludo llegó a mis oídos, aquél que está dentro de mí brincó y te bendijo.

22 Pero María, ignorando todas esas cosas misteriosas que el arcángel Gabriel le había dicho, alzó sus ojos hacia el cielo, y dijo, ¡Señor! ¿Qué soy yo, que todas las generaciones de la tierra me llamarán bendita?

23 Pero al percibir que crecía en volumen cada día, y teniendo miedo, se fue a casa, y se escondió de los hijos de Israel; y ella tenía catorce años cuando ocurrieron todas estas cosas.

CAP. X.

1 José vuelve de construir casas, encuentra a la Virgen más gruesa, por estar en el sexto mes de embarazo, 2 celoso y preocupado, 8 la reprende, 10 ella afirma su inocencia, 13 él la abandona, 16 decide dejarla en privado, 17 es avisado en un sueño de que María está embarazada del Espíritu Santo, 20 y glorifica a Dios que le ha mostrado un favor tan grande.

Y cuando llegó su sexto mes, José volvió de construir casas en el extranjero, que era su negocio, y al entrar en la casa, encontró a la Virgen más gruesa:

2 Entonces golpeándose la cara, dijo, ¿Con qué cara puedo mirar hacia el Señor mi Dios? O ¿Qué voy a decir sobre esta joven mujer?

3 ¡Porque la recibí Virgen del templo del Señor mi Dios, y no la he preservado del mismo modo!

4 ¿Quién me ha defraudado de esta forma? ¿Quién ha cometido este mal en mi casa, y seduciendo a mi Virgen, la ha deshonrado?

5 ¿No se ha cumplido en mí la historia exacta de Adán?

6 Porque en el mismo instante de su gloria, la serpiente vino y encontró a Eva sola, y la sedujo.

7 Justo de la misma forma me ha sucedido a mí.

8 Entonces José se levantó del suelo, la llamó, y le dijo, Oh tú que has sido tan favorecido por Dios, ¿por qué has hecho esto?

9 ¿Por qué has degradado de esta forma tu alma, que fue educada en el Sagrado de los Sagrados, y que recibió la comida de la mano de los ángeles?

10 Pero ella, con un diluvio de lágrimas, respondió, Soy inocente, y no he conocido ningún hombre.

11 Entonces José dijo, ¿Y cómo puede ser entonces que estés embarazada?

12 María respondió, Como el Señor mi Dios vive, que no sé por qué medios.

13 Entonces José tuvo mucho miedo, y se fue de su lado, considerando qué debía hacer con ella; y de esta forma iba razonando en su interior8:

14 Si escondo su crimen, me encontrarán culpable por la ley del Señor;

15 Y si la descubro ante los hijos de Israel, temo, que a menos que esté embarazada de un ángel, me encontrarán traicionando la vida de una persona inocente:

16 ¿Qué debo hacer entonces? La dejaré en privado.

17 Entonces la noche se le vino encima, cuando vio que un ángel del Señor se le aparecía en un sueño, y dijo,

18 No tengas miedo de tomar a esa joven mujer, porque aquel que está dentro de ella es del Espíritu Santo;

19 Y dará a luz a un hijo, y tú le llamarás con el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

20 Entonces José se levantó de su sueño, y glorificó al Dios de Israel, que la había mostrado tal favor, y protegió a la Virgen.

CAP. XI.

3 Anas visita a José, percibe a la Virgen embarazada, 4 informa al sumo sacerdote de que José se ha casado en privado con ella. 8 José y María son juzgados por los hechos. 17 José bebe el agua del Señor como prueba, y al no recibir ningún mal, vuelve a casa.

ENTONCES vino Anas el escriba, y le dijo a José. ¿Cómo es que no te he visto desde tu regreso?

2 Y José respondió, Porque estaba cansado después de mi viaje, y descansé el primer día.

3 Pero al girarse Anas percibió a la Virgen grande y embarazada.

4 Y se fue a ver al sacerdote, y le dijo, José en quien pusiste tanta confianza, es culpable de un importante delito, en el que ha deshonrado a la Virgen a quien recibió del templo del Señor, y se ha casado en privado con ella, sin descubrirlo a los hijos de Israel.

5 Entonces el sacerdote dijo, ¿José ha hecho eso?

6 Anas contestó, Si envías a cualquiera de tus sirvientes, verás que está embarazada.

7 Y los sirvientes fueron, y encontraron lo que les había dicho.

8 Por eso tanto ella como José fueron juzgados, y el sacerdote le dijo a ella, María, ¿qué has hecho?

9 ¿Por qué has deshonrado tu alma, y has olvidado a Dios, viendo que fuiste educada en el Sagrado de los Sagrados, y que recibiste la comida de las manos de los ángeles, y que oíste sus canciones?

10 ¿Por qué has hecho esto?

11 A lo que ella en un mar de lágrimas respondió, Como el Señor mi Dios vive, que Yo soy inocente bajo su mirada, pues no conozco hombre alguno.

12 Entonces el sacerdote le dijo a José, ¿Por qué has hecho esto?

13 Y José respondió, Como el Señor mi Dios vive, que yo no me he relacionado con ella.

14 Pero el sacerdote dijo. No Mientas, mas declara la verdad; tú te has casado en privado con ella, y no lo has descubierto a los hijos de Israel, y te has humillado bajo la mano poderosa (de Dios) para que tu semilla sea bendecida.

15 Y José se quedó en silencio.

16 Entonces el sacerdote dijo (a José), Debes devolver al templo del Señor la Virgen que de aquí tomaste.

17 Pero él sollozaba amargamente, y el sacerdote añadió, haré que los dos bebáis el agua del Señor9, que es para juzgar, y así vuestra iniquidad quedará expuesta ante vosotros.

18 Entonces el sacerdote tomó el agua, e hizo que José bebiera, y le envió a un lugar montañoso.

19 Y él volvió perfectamente bien, y todo el pueblo se asombró de que su culpa no se descubriese.

20 Así que el sacerdote dijo, Ya que el Señor no ha hecho evidentes tus pecados, tampoco yo te condeno.

21 Por lo que lo envió a casa.

22 Entonces José tomó a María y se fue a casa, alegrándose y alabando al Dios de Israel.

CAP. XII.

7 Un decreto de Augusto para un impuesto para los judíos. 5 José monta a María en un asno, para volver a Belén, 6 ella parece apenada, 7 se ríe, 8 José pregunta por la causa de ambos, 9 ella dice que ve a dos personas una lamentándose y otra alegrándose, 10 al estar el alumbramiento cercano, la baja del asno, y la coloca en una cueva.

Y vino a suceder, que vino un cuarto decreto10 del Emperador Augusto, por el que todos los judíos que fueran de Belén a Judea, deberían pagar un impuesto:

2 Y José dijo, Cuidaré de que mis hijos paguen el impuesto: pero, ¿qué haré con esta joven mujer?

3 pagar por ella como mi mujer me avergüenza; y si pago el impuesto por ella como mi hija, todo Israel sabe que ella no es mi hija.

4 Cuando el momento de la cita del Señor venga, que haga como a él le parezca bien.

5 Y ensilló el asno, y la puso encima, y José y Simón siguieron tras ella, y llegaron a Belén que estaba a casi cinco kilómetros.

6 Entonces José se giró y vio a María apenada, Quizá siente dolor por lo que está dentro de ella.

7 Pero cuando se volvió a girar la vio riéndose, y le dijo,

8 María, ¿cómo sucede que a veces veo pena, y a veces risa y alegría en tu rostro?

9 Y María le respondió, Veo a dos personas con mis ojos, una llorando y lamentándose, la otra riendo y alegrándose.

10 Y volvió a cruzar el camino, y María dijo a José, Bájame del asno, porque aquél que está dentro de mí empuja por salir.

11 Pero José respondió, ¿A dónde puedo llevarte? Porque este lugar está desierto.

12 Entonces María volvió a decirle a José, bájame porque el que está dentro de mí me empuja poderosamente.

13 Y José la bajó.

14 Y allí encontró una cueva, y la llevó dentro.

CAP. XIII.

1 José busca una comadrona hebrea, 2 se da cuenta que las aves se paran en su vuelo, 3 la gente trabajadora que está comiendo no se mueve, 8 las ovejas están quietas, 9 el pastor fijo e inamovible, 10 y los niños con sus bocas tocando el agua pero sin beber.

Y dejándola a ella y a sus hijos en la cueva, José salió a buscar una comadrona hebrea en el pueblo de Belén.

2 Pero a medida que iba andando (dijo José) miré hacia arriba al aire, y vi a las nubes asombradas, y las aves del aire paradas en medio de su vuelo.

3 Y miré hacia abajo a la tierra, y vi una mesa puesta, y gente trabajadora sentada a su alrededor, pero sus manos estaban encima de la mesa, y no se movían para comer.

4 Aquellos que tenían carne en su boca no comían.

5 Aquellos que levantaban sus manos hacia sus cabezas no las volvían a bajar:

6 Y aquellos que las levantaban hacia la boca, no ponían nada en ella;

7 Pero todas sus caras estaban fijas mirando hacia arriba.

8 Y observé a las ovejas dispersadas, y aún así estaban quietas.

9 Y el pastor levantaba su mano para golpearlas, y su mano todavía estaba arriba.

10 Y miré hacia un río, y vi a los niños con sus bocas cerca del agua, y tocándola, pero no bebían.

CAP. XIV.

1 José encuentra una comadrona. 10 Una nube brillante eclipsa la cueva. 11 Una gran luz en la cueva, aumenta gradualmente hasta que el infante nace. 13 La comadrona sale, y le dice a Salomé que ha visto a una virgen dar a luz. 17 Salomé lo duda. 20 su mano se seca, 22 ella suplica al Señor, 28 se cura, 30 pero se le avisa que no cuente lo que ha a visto.

ENTONCES observé a una mujer que bajaba de las montaña1,, y ella me dijo. ¿Adónde vas Oh hombre?

2 Y yo le dije, voy a preguntar por una comadrona hebrea.

3 Ella me contestó. ¿Dónde está la mujer que debe alumbrar?

4 Y yo le respondí. En la cueva, y ella está prometida a mí.

5 Entonces la comadrona dijo, ¿No es tu esposa?

6 José respondió, Es María, que se educó en el Sagrado de los Sagrados, en la casa del Señor, y me incumbe a mí, y no es mi esposa, pero ha concebido por el Espíritu Santo.

7 La comadrona dijo, ¿Es eso verdad? 8 Él contestó. Ven y lo verás.

9 Y la comadrona se fue con él, y entró en la cueva.

10 Entonces una nube brillante eclipsó la cueva, y la comadrona dijo. Este día mi alma se ha magnificado, porque mis ojos han visto cosas sorprendentes, y la salvación ha entrado en Israel,

11 Pero de golpe la nube se convirtió en una gran luz dentro de la cueva, de forma que sus ojos no podían soportarla.

12 Pero la luz disminuyó gradualmente, basta que el infante apareció, y mamo del pedio de su madre María.

13 Entonces la comadrona gritó, y dijo, ¡Qué día más glorioso es este, en el que mis ojos han visto es la extraordinaria visión!

14 Y la comadrona salió de la cueva, y Salomé se la encontró.

15 Y la comadrona le dijo, Salomé, Salomé, te contare una cosa de lo más sorprendente que he visto,

16 Una virgen ha dado a luz, que es una cosa contraria a la naturaleza.

17 A lo que Salomé respondió. Como el Señor mi Dios vive, a menos que reciba una prueba concreta de este asunto, no creeré que una virgen ha dado a luz,

18 Entonces Salomé entró, y la comadrona dijo, María, muéstralo tú misma. Porque se ha levantado una gran controversia referente a ti.

19 Y Salomé recibió satisfacción,

20 Pero su mano se ajó- y se lamentó amargamente.

21 Y dijo. Ay de mí. Por mi iniquidad; porque he tentado al Dios viviente, y mi mano está a punto de caerse.

22 Entonces Salomé hizo su súplica al Señor, y dijo, Oh Dios de mis padres. Recuérdame, porque soy la semilla de Abrahán, e Isaac, y Jacob.

23 No me reproches entre estos hijos de Israel, mas devuélveme sana a mis padres.

24 Porque tú bien sabes, Oh Señor, que he llevado a cabo muchas obra1; de caridad en tu nombre, y he recibido mi recompensa de ti.

25 En esto un ángel del Señor se puso junto a Salomé, y dijo, El Señor Dios ha oído tu plegaria, acerca tu mano al niño, y con esto te sanarás,

26 Salomé, llena de gran alegría, fue hacia el niño, y dijo. Lo tocaré:

27 Y se propuso adorarlo, porque dijo. Este es un gran rey que ha nacido en Israel.

28 Y seguidamente Salomé se curó.

29 Entonces la comadrona salió de la cueva, con la aprobación de Dios,

30 ¡Y he aquí! Una voz vino a Salomé, No declares las cosas extrañas que has visto, hasta que el niño llegue a Jerusalén.

31 Así que Salomé también partió, con la aprobación de Dios.

CAP. XV.

1 Unos sabios vienen del oriente. 3 Herodes alarmado; 8 les pide que si encuentran al niño, le lleven la noticia. 10 Visitan la cueva, y le ofrecen sus tesoros al niño. 11 y al ser avisados en un sueño, no vuelven hacia Herodes, sino que vuelven a casa por otro camino.

ENTONCES José se estaba preparando para marcharse, porque se produjo un gran alboroto en Belén por la llegada de" unos sabios de oriente,

2 Que decían, ¿Dónde ha nacido el nuevo rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y hemos venido a adorarlo.

3 Cuando Herodes lo oyó, se preocupó mucho, y mandó unos mensajeros a los sabios, y a los sacerdotes, y preguntó por ellos en la casa del pueblo,

4 Y les dijo, ¿Dónde está escrito lo referente a Cristo el rey, o dónde debería nacer?

5 Ellos le dijeron. En Belén de Judea; porque de esta forma está escrito: Y tu Belén en el país de Judá. No eres la menos importante entre las principales de Judá, porque de ti saldrá un soberano, que gobernará mi pueblo de Israel,

6 Y al haber enviado lejos a los grandes sacerdotes, preguntó por los sabios en la casa del pueblo, y les dijo, ¿Qué signo visteis en referencia al nacimiento del rey?

7 Ellos le respondieron. Vimos una estrella extraordinariamente grande entre las estrellas del cielo, y de tal modo brillaba por encima de las otras estrellas, que se volvieron invisibles, y de esta manera supimos que un gran rey había nacido en Israel, y por eso hemos venido a adorarlo.

8 Entonces Herodes les dijo. Id y haced una investigación diligente; y si encontráis al niño, traedme de nuevo la noticia, para que yo pueda también ir y adorarlo.

9 De este modo siguieron los sabios su camino, y he aquí que la estrella que habían visto en oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se puso sobre la cueva donde el recién nacido se encontraba con su madre María

10 Entonces sacaron sus tesoros, y le ofrecieron oro, incienso y mirra.

11 Y avisados en un sueno por un ángel, de que no volvieran a Herodes a través de Judea, salieron hacia su propio país por otro camino.

CAP. XVI.

1 Heredes enfurecido, ordena matar a todos los niños de Belén. 2 María pone a su infante en un pesebre de buey. 3 Elisabelh huye con su hijo Juan hacia las montanas. 6 Una montaña se divide milagrosamente y los recibe. 9 Herodes encolerizado por la escapada de Juan, ordena la muerte de Zacarías en el altar, 23 los techos del templo se rasgan, el cuerpo se esconde milagrosamente, y la sangre se petrífica. 25 Israel se lamenta por él. 2 7 Simeón queda escogido como su sucesor por mayoría.

ENTONCES Herodes12 se dio cuenta que había sido burlado por los sabios, y al estar muy furioso, ordenó a ciertos hombres que fuesen y matasen a todos los niños que se encontraban en Belén, hasta los dos años de edad,

2 Pero al oír María que los niños iban a ser asesinados, tuvo mucho miedo, cogió al niño, y lo envolvió en pañales, y lo dejó en un pesebre de buey", porque no había sitio para ellos en la posada.

3 Elisabeth también, al oír que su hijo Juan iba a ser perseguido, lo cogió y subió a las montañas, y buscó un lugar donde esconderlo;

4 Y no encontró ningún lugar secreto.

5 Entonces se lamentó interiormente, y dijo, Oh montaña del Señor, recibe a la madre con el niño.

6 Porque Elisabeth no podía trepar por la montaña,

7 Y al instante la montaña se partió y los recibió.

8 Y se les apareció un ángel del Señor, para preservarlos.

9 Pero Herodes hizo que buscaran a Juan, y envió a los sirvientes a Zacarías, cuando estaba (asistiendo) en el altar, y le dijeron, ¿Dónde has escondido a tu hijo?

10 Él les respondió. Soy un ministro de Dios, y un sirviente del altar; ¿Cómo podría saber dónde está mi hijo?

11 Así que los sirvientes volvieron y le contaron a Herodes toda la historia; con la que se enfureció, y dijo, ¿No va a ser este hijo de su agrado rey de Israel?

12 Entonces envió de nuevo a sus sirvientes a Zacarías, diciendo, Dinos la verdad, dónde está tu hijo, porque sabes que tu vida está en mis manos.

13 Así que los sirvientes se fueron y le dijeron todo esto:

14 Pero Zacarías les respondió. Soy un mártir por Dios, y si él vertiese mi sangre, el Señor recibiría mi alma.

15 Además debéis saber que habéis venido a sangre de inocentes.

16 Sin embargo Zacarías fue asesinado en la entrada del templo y del altar, y cerca de la partición;

17 Pero los hijos de Israel no sabían cuando fue asesinado.

18 Entonces a la hora de la salutación los sacerdotes entraron en el templo, pero Zacarías no les saludó y les bendijo como era costumbre;

19 Aún así siguieron esperando que él les saludase;

20 Y cuando vieron que durante un largo rato no-venia, uno de ellos se aventuró dentro del sagrado lugar donde estaba el altar, y vio sangre encima del altar coagulada;

21 Y he aquí que una voz del cielo dijo, Zacarías ha sido asesinado, y su sangre no desaparecerá, hasta que venga el vengador de su sangre.

22 Pero cuando oyó esto, tuvo miedo, y salió y dijo a los sacerdotes lo que había visto y oído; y todos entraron, y lo vieron.

23 Entonces los techos del templo crujieron, y se rasgaron desde arriba hasta abajo:

24 Y no pudieron encontrar el cuerpo, tan solo sangre endurecida como la piedra.

25 Y se marcharon, y dijeron al pueblo, que Zacarías había sido asesinado, y todas las tribus de Israel lo oyeron, y lloraron por él, y se lamentaron tres días14.

26 Entonces los sacerdotes tomaron un consejo juntos con relación a la persona que debía sucederle.

27 Y Simeón y los otros sacerdotes lo echaron a suertes, y la suene cayó en Simeón.

28 Porque el Espíritu Santo le había asegurado, que él no moriría, hasta que hubiese visto a Cristo convertirse en carne15,

Yo Jaime escribí esta Historia en Jerusalén: y cuando ocurrieron los disturbios me retiré a un lugar desierto, hasta la muerte de Herodes. Y los disturbios cesaron en Jerusalén. Lo que queda es, que yo glorifico a Dios porque me ha dado tal sabiduría para escribir para ustedes que son espirituales, y que aman a Dios; a quien (se atribuye) la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Notas al PROTOEVANGELIO.

NOTAS

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