sábado, 19 de diciembre de 2009

PRIMER EVANGELIO DE JESUCRISTO INFANTE

El primer evangelio de la INFANCIA de JESUCRISTO.

[El Sr. Henry Sike, Profesor de Lenguas Orientales en Cambridge, tradujo y publicó por primera vez este Evangelio en 1697. Fue recibido por los gnósticos, una secta de cristianos del siglo II, y algunos de sus relatos fueron acreditados en épocas posteriores por otros cristianos, v. gr., Eusebio, Atanasio, Epifanio, Crisóstomo, etc. Sozomen dice que muchos se lo contaron, y que acredita los relatos, de los ídolos de Egipto cayendo sobre José, y la huida de María hacia allí con Cristo; y el de Cristo haciendo un pozo para lavar sus ropas en una higuera, de la que posteriormente surgió bálsamo. Estas historias se encuentran en este Evangelio. Quemnitio, de Estipulensis, que lo tuvo de Pedro Mártir, Obispo de Alejandría, en el siglo III, dice, que el lugar de Egipto donde Cristo desapareció ahora se llama Matarea, a unos diecisiete kilómetros de El Cairo; que los habitantes mantienen una lámpara siempre encendida en recuerdo a esto; y de que hay un jardín de árboles que producen un bálsamo, plantados por Cristo cuando era un niño. M. La Crosse cita un sínodo en Angamaia, en las montañas de Malabar, 1599 d.C., que condena a este Evangelio como comúnmente leído por los nestorianos en ese país. Ahmed Ibu Idris, un teólogo mahometano, dice que era usado por algunos cristianos juntamente con los otros cuatro Evangelios; y Ocobio de Castro menciona un Evangelio de Tomás, que dice que vio y que le fue traducido por un Arzobispo armenio en Amsterdam, que se leyó en muchas iglesias de Asia y África, como única regla de su fe- Fabricio cree que era este Evangelio. Se ha supuesto que Mahoma y sus coadjuntos lo usasen para recopilar el Corán y que algunas historias de Cristo proceden de este Evangelio; como esa que el Sr. Sike relata en el Diccionario Persa de La Brosse, en que Cristo practicó el comercio de un tintador, y su obra milagrosa con los colores; momento desde el cual los Untadores persas le honoran como su patrón, y llaman una casa de tintes la tienda de Cristo. Sír John Chardin menciona las leyendas persas concernientes a la discípula de Cristo con su maestro de escuela sobre su abecedario; y cómo alargó la tabla de cedro que José había serrado demasiado corta.]

CAP. I.

1 Caifas relata que cuando Jesús estaba en la cuna, informó a su madre, de que él era el Hijo de Dios. 5 José y María se fueron a Belén para pagar los tributos, la hora del alumbramiento de María llega, y entra en una cueva. 8 José va a buscar a una mujer hebrea, la cueva se llena con grandes luces. 11 El infante nace, 17 cura a la mujer, 19 llegada de los pastores.

LAS siguientes referencias se encontraron en el libro de José el sumo sacerdote, llamado por algunos Caifas:

2 Relata, que Jesús habló incluso cuando estaba en la cuna, y le dijo a su madre:

3 María, Soy Jesús el Hijo de Dios, según la palabra de que diste a luz conforme la declaración del ángel Gabriel para ti, y mi padre me ha enviado para la salvación del mundo.

4 En el año trescientos nueve de la era de Alejandro, Augusto publicó un decreto por el que todas las personas debían ir a pagar sus impuestos a su propio país.

5 José por lo tanto se levantó, y con María su esposa se fue a Jerusalén, y luego vino a Belén, para que él y su familia pudieran pagar los impuestos en la ciudad de sus padres.

6 Y cuando se acercaron a la cueva, María le confesó a José que su momento de dar a luz había llegado, y que no podía continuar hasta la ciudad, y dijo. Entremos en esta cueva.

7 En ese momento el sol estaba a punto de ponerse.

8 Pero José se alejó corriendo, para ir a buscar a una comadrona; y cuando vio a una vieja mujer hebrea que era de Jerusalén, él le dijo. Te ruego que vengas conmigo, buena mujer, entra en la cueva, y verás a una mujer a punto de alumbrar.

9 Fue después de la puesta de sol, cuando la vieja mujer, y José con ella, llegó a la cueva, y ambos entraron en ella,

10 Y observaron, que estaba llena de luces, más fuertes que la luz de antorchas y velas, y más intensa que la luz del mismo sol.

11 El infante estaba envuelto en pañales, y tomando el pecho de su madre Santa María.

12 Cuando ambos vieron esta luz, se sorprendieron; la vieja mujer le preguntó a Santa María, ¿Eres la madre de este niño?

13 Santa María respondió, que Ella lo era.

14 Por lo que la vieja mujer dijo, Eres muy distinta a todas las otras mujeres.

15 Santa María respondió, Como no hay ningún niño como mi hijo, tampoco hay una mujer como su madre.

16 La vieja mujer respondió, y dijo, Oh mi Señora, He venido aquí, para conseguir la recompensa eterna.

17 Entonces nuestra Señora, Santa María, le dijo. Pon tus manos en el niño; lo que, cuando ella hubo hecho, la convirtió en ilesa de nuevo.

18 Y cuando estaba dando a luz, dijo, De aquí en adelante, todos los días de mi vida asistiré y serviré a este infante.

19 Después de esto, cuando los pastores llegaron, y hubieron hecho un fuego, y estaban excesivamente alegres, el inquilino celestial se les apareció, alabando y adorando el Dios supremo.

20 Y como los pastores estaban ocupados con el mismo trabajo, la cueva en ese momento les pareció un templo glorioso, porque ambos lenguajes de los ángeles y de los hombres se unieron para adorar y magnificar a Dios, por el nacimiento del Señor Cristo.

21 Pero cuando la vieja mujer hebrea vio todos estos milagros evidentes, dio alabanzas a Dios, y dijo, Te doy las gracias, Oh Dios, tú Dios de Israel, porque mis ojos han visto el nacimiento del Salvador del mundo.

CAP. II.

1 El niño circuncidado en la cueva, 2 y la vieja mujer conserva su piel o el cordón umbilical en una caja de nardos, María unge a Cristo con esto posteriormente. 5 Cristo es llevado al templo, 6 brilla, 7 los ángeles le rodean adorándolo. 8 Simeón alaba a Cristo.

Y cuando el momento de su circuncisión llegó, esto es, al octavo día, cuando la ley ordenaba que se circuncidase a un niño, lo circuncidaron en la cueva,

2 Y la vieja mujer hebrea cogió la piel (otros dicen que cogió el cordón umbilical), y la conservó en una caja de alabastro de aceite viejo de nardos.

3 Y ella tenia un hijo que era droguero, a quien dijo, Cuida de no vender esta caja de alabastro de ungüento de nardos, aunque te ofrezcan trescientas monedas por ella.

4 Pues esta es la caja de alabastro que María la pecadora procuró, y vertió el ungüento sobre la cabeza y los pies de nuestro Señor Jesucristo, y lo lavó con los pelos de su cabeza.

5 Entonces después de diez días le llevaron a Jerusalén. Y en el cuadragésimo día desde su nacimiento, le presentaron en el templo ante el Señor, haciendo las ofrendas adecuadas para él, de acuerdo con el requerimiento de la ley de Moisés: esto es, que cada varón que abriese el estómago sería llamado sagrado para Dios.

6 En ese momento el viejo Simeón le vio brillar como un pilar de luz, cuando Santa María la Virgen, su madre, le trajo en sus brazos, y esa visión le produjo una gran alegría,

8 Entonces Simeón se acercó a Santa María, y apretando sus manos hacia ella, dijo al Señor Cristo, Ahora, Oh mi Señor, tu sirviente se irá en paz, de acuerdo con tu palabra;

9 Porque mis ojos han visto tu merced, que has preparado para la salvación de todas las naciones; una luz para todo el pueblo, y la gloria de tu pueblo de Israel.

10 Hannah la profetisa también estaba presente, y al andar cerca, dio sus alabanzas a Dios, y celebró la felicidad de María.

CAP. III.

1 Los sabios visitan a Cristo. María les da uno de sus pañales. 3 Se les aparece un ángel en forma de estrella Vuelven y hacen un fuego, y adoran al pañal, y lo ponen en el fuego, donde permanece sin consumirse.

Y vino a suceder, cuando el Señor Jesús nació en Belén, una ciudad de Judea, en el tiempo de Heredes el Rey; los sabios vinieron del oriente hasta Jerusalén, de acuerdo con la profecía de Zoradascht1, y trajeron con ellos unas ofrendas: a saber, oro, incienso, y mirra, y lo adoraron, y le ofrecieron sus regalos,

2 Entonces la Señora María tomó uno de los pañales en los que el infante estaba envuelto, y se lo dio en vez de una bendición, lo que recibieron de ella como un presente de lo más noble.

3 Y al misino tiempo se les apareció un ángel en la forma de esa estrella que había sido antes su guía en su viaje; la luz de la cual siguieron hasta que llegaron a su propio país,

4 A la vuelta sus reyes y príncipes les recibieron preguntando, ¿Qué habían visto y hecho? ¿Qué tipo de viaje y vuelta habían tenido? ¿Qué compañía habían tenido en la carretera?

5 Pero ellos sacaron el pañal que Santa María les había dado, por lo que dieron una fiesta.

6 Y cuando hubieron, según la costumbre de su pueblo, hecho una hoguera, la adoraron,

7 E introduciendo el pañal en él, el fuego lo tomó, y lo guardó.

8 Y cuando el fuego se extinguió, sacaron al pañal intacto, ya que la mayoría del fuego no lo había tocado.

9 Entonces empezaron a besarlo, y a ponerlo en sus cabezas y sus ojos, diciendo, Esta es ciertamente una verdad indudable, y es realmente sorprendente que el fuego no pueda quemarlo, ni consumirlo.

10 Entonces lo tomaron, y con el mayor respeto lo pusieron entre sus tesoros.

CAP. IV.

1 Herodes intenta poner fin a Cristo. 3 Un ángel avisa a José de que se lleve al niño y a María a Egipto. 6 Consternación a su llegada. 13 Los ídolos se caen. 15 María lava los pañales de Cristo, y los tiende a secar en un poste. 16 Un hijo de un sumo sacerdote se pone uno en la cabeza, y al estar poseído por los demonios, estos lo abandonan.

POR aquel entonces. Heredes, al darse cuenta de que los sabios se retrasaban, y no volvían a él, llamó a reunión a los sacerdotes y sabios y dijo, Decidme, ¿En qué lugar debería nacer Cristo?

2 Y cuando respondieron, en Belén, una ciudad de Judea, empezó a planear en su propia mente la muerte del Señor Jesucristo.

3 Pero un ángel del Señor se le apareció a José en su sueño, y dijo. Levántate, toma al niño y a su madre, y entra en Egipto tan pronto como canten los gallos. Así que se levantó y se me.

4 Y mientras estaba pensando interiormente en este viaje, la mañana se le vino encima.

5 En la duración del viaje las cinchas de la silla se rompieron.

6 Y he aquí que se acercaba a una gran ciudad, en la que había un Ídolo, al que todos los otros ídolos y dioses de Egipto le traían sus ofrendas y votos.

7 Y había cerca de este ídolo un sacerdote asistiéndolo, quien, tan a menudo como Satán hablaba por ese ídolo, relacionado con las cosas que decía a los habitantes de Egipto, y esos países,

8 Este sacerdote tenia un hijo de tres años de edad, que estaba poseído por una gran multitud de demonios, que proferían muchas cosas extrañas, y cuando los demonios lo alcanzaban, deambulaba desnudo con sus ropas rasgadas, lanzando piedras a aquellos que veía.

9 Cerca de ese Ídolo se encontraba la posada de la ciudad, a la que habían llegado José y Santa María, y en la que se habían instalado, ante el asombro de todos los habitantes de la ciudad.

10 Y todos los magistrados y sacerdotes de los ídolos se reunieron ante ese ídolo, e hicieron preguntas allí, diciendo, ¿Qué significa toda esta consternación y terror, que ha caído sobre nuestro país?

11 El ídolo les respondió. El Dios desconocido ha llegado, el que es el Dios verdadero; no hay nadie más que él, que sea merecedor de adoración divina; porque él es realmente el Hijo de Dios.

12 Bajo su fama este país tembló, y a su venida está bajo la presente conmoción y consternación; y nosotros mismos estamos atemorizados por la grandeza de su poder.

13 Y en el mismo instante este ídolo cayó, y a su caída todos los habitantes de Egipto, junto a otros, corrieron a reunirse.

14 Pero el hijo del sacerdote, cuando su desorden normal venia a él, al entrar a la posada, encontró allí a José y Santa María, a quien todos los demás habían dejado atrás y abandonado.

15 Y cuando la Dama Santa María hubo lavado los pañales del Señor Cristo, y los hubo tendido a secar en un poste, el chico poseído por el demonio tomó uno de ellos, y se lo puso en la cabeza.

16 Y en aquel momento los demonios empezaron a salir por su boca, y a alejarse volando en forma de cuervos y serpientes.

17 Desde aquel momento el chico se curó por el poder del Señor Cristo y empezó a cantar alabanzas, y a dar las gracias al Señor que le había curado,

18 Cuándo su padre le vio restaurado a su estado anterior de salud, dijo, Hijo mío, ¿Qué te ha pasado, y por qué medios te has curado?

19 El hijo respondió, Cuando los demonios me alcanzaron, entré en la posada, y allí encontré a una mujer muy bonita con su hijo, cuyos pañales acababa de lavar, y tender en un poste.

20 Tomé uno de estos, y lo puse en mi cabeza, e inmediatamente los demonios me dejaron, y huyeron volando.

21 Con esto el padre se alegró mucho, y dijo, Hijo mío, quizá este niño es el hijo del Dios viviente, quien hizo los cielos y la tierra.

22 Porque apenas llegó entre nosotros, el ídolo se rompió, y todos los dioses cayeron, y fueron destrozados por un poder mayor.

23 Entonces se cumplió la profecía que decía. De Egipto he llamado a mi hijo.

CAP.V,

1 José y María salen cíe Egipto. 3 Van a las guaridas de unos ladrones, 4 quienes, al oír un potente ruido como el de un gran ejército, huyen.

ENTONCES José y María, cuando oyeron que el ídolo había caído y estaba destruido, se llenaron de miedo y temblor, y dijeron. Cuando estábamos en la tierra de Israel, Herodes, intentando matar a Jesús, asesinó con ese propósito a todos los infantes de Belén, y ese vecindario,

2 Y no cabe duda de que si los egipcios llegan a saber que este ídolo se ha roto y caído, nos quemarán con fuego.

3 Se fueron entonces a los lugares secretos de los ladrones, que atracaban a los viajeros cuando pasaban por allí, y les robaban sus carruajes y sus ropas, y se los llevaban atados.

4 Estos ladrones a su llegada oyeron un gran ruido, igual que el ruido de un rey con un gran ejército y muchos caballos, y las trompetas sonando a su partida de su propia ciudad, por lo que se atemorizaron tanto que dejaron todo su botín atrás, y huyeron rápidamente.

5 Con esto los prisioneros se levantaron, y se aflojaron las ataduras entre ellos, y cogiendo cada hombre su bolsa, se fueron, y vieron a José y María viniendo hacia ellos, y les preguntaron, ¿Dónde está ese rey, el ruido de cuya llegada han oído los ladrones, y nos han dejado, de forma que ahora estamos por fin a salvo?

6 José respondió, Él vendrá después que nosotros.

CAP. VI.

1 María mira a una mujer en quien Satán se había establecido, y queda exorcizada. 5 Cristo es besado por una novia a quien un brujo ha dejado muda y la cura, 11 milagrosamente cura a una gentil dama en quien Satán se había establecido.16 Una chica leprosa curada por el agua en la que él se ha lavado, y se convierte en la sirviente de María y José. 20 El hijo leproso de la mujer de un príncipe curado de igual manera. 37 Su madre ofrece grandes regalos a María, y le da permiso para irse.

ENTONCES se fueron a otra ciudad donde había una mujer poseída por un demonio, y a quien Satán, que maldecía de forma rebelde, la había poseído.

2 Una noche, cuando iba a buscar agua, no pudo aguantar su ropa puesta, ni estar en ninguna casa; mas tan pronto como la ataban con cadenas o cuerdas, ella las rompía, y se iba a lugares desiertos, y a veces se ponía de pie allí donde las carreteras se cruzaban, y en cementerios, tirando piedras a los hombres.

3 Cuando Santa María vio a aquella mujer, se compadeció de ella; con lo que Satán la dejó en el mismo instante, y se marchó en forma de hombre joven, diciendo, Ay de mí, por ti, María, y tu hijo.

4 Así la mujer quedó liberada de su tormento; pero al verse desnuda, se sonrojó, y evitó ver a ningún hombre, y cuando se puso la ropa, se me a casa, y relató todo su caso a su padre y parientes, quienes, al ser los mejores de la ciudad, consideraron a Santa María y a José con el mayor respeto.

5 A la mañana siguiente, al recibir suficiente suministro de provisiones para el camino, se fueron de allí, y cerca del anochecer de ese día llegaron a otra ciudad, donde debía solemnizarse una boda; pero por las artes de Satán y las prácticas de algunos brujos, la novia había enmudecido, de forma que no podía ni siquiera abrir la boca.

6 Pero cuando esta novia muda vio a la Dama Santa María entrando a la ciudad, y llevando al Señor Cristo en sus brazos, alargó sus manos hacia el Señor Cristo, y lo tomó en sus brazos, y abrazándolo fuerte, moviéndolo continuamente y acercándolo a su cuerpo.

7 Seguidamente la cuerda de su lengua quedó suelta, y sus orejas se abrieron, y empezó a cantar alabanzas hacia Dios, que la había curado.

8 De forma que hubo gran alegría, entre los habitantes de la ciudad esa noche, quienes pensaron que Dios y sus ángeles habían bajado para estar entre ellos.

9 En este lugar se quedaron tres días, encontrándose con el mayor respeto y el banquete más espléndido.

10 Y cuando la gente les llenó de provisiones para el camino, partieron y se fueron a otra ciudad, en la que quisieron pasar la noche, porque era un lugar famoso.

11 Había en esta ciudad una gentil dama, quien, cuando bajaba un día al río para bañarse, quedó maldecida por Satán, que saltó hacia ella en forma de serpiente,

12 Y se abrazó a su cintura, y cada noche yacía sobre ella.

13 Cuando esta mujer vio la Dama Santa María, y el Señor Cristo el infante en su pecho- le preguntó a la Dama Santa María, si le daría a su niño para besarle y llevarlo en brazos.

14 Cuando hubo consentido, y tan pronto como la mujer abrazó al niño, Satán la abandonó, y huyó, y nunca más la mujer lo volvió a ver,

15 Por esto todos los vecinos alabaron al Dios Supremo, y la mujer les recompensó con una amplia beneficencia.

16 Al día siguiente esa misma mujer trajo agua perfumada para lavar al Señor Jesús; y cuando lo hubo lavado, guardó el agua,

17 Y había una niña allí, cuyo cuerpo era blanco por la lepra, y que al ser rociada con esta agua, y lavada, se curó al instante de su lepra.

18 El pueblo por esta razón dijo Sin duda José y María, y ese niño son Dioses, porque no parecen mortales.

19 Y cuando se estaban preparando para marcharse, la niña, que había padecido lepra, se les acercó y les pidió que le permitiesen ir con dos personas leprosas, y con ellos; así que ellos consintieron, y la niña los acompañó hasta que llegaron a una ciudad, en la que había un palacio de un gran rey, y cuya casa no estaba lejos de la posada.

20 Allí se quedaron, y cuando la niña fue un día a la esposa del príncipe, y la encontró con semblante triste y lamentándose, le preguntó la razón de sus lágrimas.

21 Ella respondió, No os asombréis ante mis lamentos, porque me encuentro bajo una gran desgracia, que no oso contar a nadie.

22 Pero, dijo la niña, si me confías tu penar privado, quizá yo pueda encontrar un remedio para ello.

23 ¡Tú, entonces, dijo la esposa del príncipe, guardarás el secreto, y no lo descubrirás a nadie vivo!

24 He estado casada con este príncipe, que gobierna sobre grandes dominios, y he vivido bastante tiempo con él, antes de tener un niño suyo.

25 Al fin concebí por él, pero ¡ay de mí! Traje al mundo a un hijo leproso; a quien, cuando le vio, no quiso reconocer como suyo, mas me dijo.

26 O bien lo matas, o lo envías a un lugar donde lo cuiden en que nuca más vuelva a oír de él; y ahora cuida de ti misma; Nunca más te volveré a ver.

27 Así que aquí me consumo, lamentando mis malvadas y miserables circunstancias. ¡Ay, mi hijo! ¡Ay, mi marido! ¿Te lo he revelado?

28 La niña respondió, He encontrado un remedio para tu enfermedad, y te lo prometo, porque yo misma era también leprosa, pero Dios me ha limpiado. Incluso aquel a quien llaman Jesús, el hijo de la Dama María.

29 La mujer preguntó dónde estaba ese Dios, del cual ella hablaba, la niña respondió Se aloja contigo aquí en la misma casa.

30 ¿Pero cómo puede ser esto? Dice ella; ¿Dónde está? Observa, respondió la niña, José y María; y el infante que está con ellos se llama Jesús: y es él quien me liberó de mi enfermedad y mi tormento.

31 ¿Pero con qué medios, dice ella, fuiste limpiada de tu lepra? ¿No me contarás eso?

32 ¿Por qué no? Dice la niña; Cogí el agua con la que había sido lavado su cuerpo, y me la vertí por encuna, y mi lepra desapareció.

33 La esposa del príncipe entonces se levantó y los recibió, dando un gran festín para José entre una numerosa compañía de hombres,

34 Y al día siguiente tomó agua perfumada para lavar al Señor Jesús, y después vertió esa misma agua sobre su hijo, y su hijo se curó inmediatamente de la lepra.

35 Entonces cantó gracias y alabanzas a Dios, y dijo. Bendita es la madre que te ha llevado en su vientre, ¡Oh Jesús!

36 ¿Entonces curas a hombres de la misma naturaleza contigo mismo, con la misma agua con la que tu cuerpo es lavado?

37 Entonces ofreció grandes regalos a la Dama María, y la dejó marchar con todos los respetos imaginables.

CAP. VII.

1 Un hombre que no podía disfrutar de su esposa, liberado de su desorden. 5 Un joven que había sido embrujado, y convertido en mula milagrosamente curado cuando Cristo se pone en su espalda. 28 y se casa con la niña que había sido curada de lepra.

ENTRARON después a otra ciudad, y pensaron alojarse allí,

2 Por esta razón fueron a la casa de un hombre, que se acababa de casar, pero que por la influencia de los brujos no podía disfrutar de su esposa:

3 Pero al alojarse ellos aquella noche en su casa. El hombre quedó liberado de su desorden:

4 Y cuando se estaban preparando pronto por la mañana para seguir con su viaje, el recién casado les salió al paso, y les proporcionó una noble diversión para ellos.

5 Pero al continuar al día siguiente, llegaron a otra ciudad, y vieron a tres mujeres que se iban de una tumba con grandes llantos,

6 Cuando Santa María las vio, habló con la niña que era su compañera, diciendo, Ve y pregúntales, qué les pasa, y qué desgracia les ha sucedido.

7 Cuándo la niña les preguntó, no le dieron respuesta, pero ella volvió a preguntar, ¿Quién eres tú, y adonde vas? Porque el día ya casi se ha extinguido, y la noche está al caer.

8 Somos viajeros, dijo la niña, y buscamos una posada para alojamos.

9 Ellas respondieron. Venid con nosotras, y alojaos con nosotras.

10 Ellos entonces las siguieron y ellas les condujeron a una casa nueva, bien amueblada con Iodo tipo de muebles.

11 Era por aquel entonces tiempo de invierno, y la niña entró en el patio donde estaban estas mujeres, y las encontró llorando y lamentándose, como ames.

12 Junto a ellas se encontraba una muía, cubierta con seda. Y un collar de ébano colgado de su cuello, a quien besaban, y estaban alimentando.

13 Pero cuando la niña dijo, ¡Qué bonita, señoras, es esta muía! Ellas respondieron con lágrimas, y dijeron, Esta mula, que estás viendo, era nuestro hermano, nacido de la misma madre que nosotras:

14 Porque cuando nuestro padre murió. Y nos dejó una gran posesión de tierra, y sólo teníamos a nuestro hermano, y le incitamos a que encontrara una esposa adecuada, y pensamos que debería casarse como otros hombres, pero alguna mujer atolondrada y celosa le embrujó sin nuestro conocimiento.

15 Y nosotras, una noche, un poco antes del amanecer, mientras las puertas de la casa estaban completamente cerradas. Vimos a nuestro hermano convertido en una muía, tal como lo ves tú ahora:

16 Y nosotras, en este estado de melancolía en que nos ves ahora, sin tener un padre que nos consuele, hemos acudido a todos los sabios, magos, y adivinos del mundo, pero no nos han hecho ningún servicio.

17 Por lo tanto, tan pronto como nos sentimos oprimidas por la pena, nos levantamos y nos vamos a la tumba de nuestro padre y nuestra madre, donde, cuando ya hemos llorado lo suficiente volvemos a casa.

18 Cuando la niña oyó esto, dijo: Sed valientes, y cesen vuestras lágrimas, porque tenéis un remedio para vuestras aflicciones a mano, incluso entre vosotras y en medio de esta casa,

19 Porque yo también era leprosa; pero cuando vi a esta mujer, y a su pequeño infante con ella, cuyo nombre es Jesús, salpiqué mi cuerpo con el agua con la que su madre lo había lavado, y al instante me curé.

20 Y estoy segura de que él también es capaz de liberaros de vuestro dolor. Así pues, levantaos, id a ver a mi señora María, y cuando haya entrado en vuestro patio, descubridle vuestro secreto, al mismo tiempo, intentad infundir en ella la compasión por vuestro caso.

21 Tan pronto como la mujer hubo oído el discurso de la niña, se apresuraron hacia la Dama Santa María, se presentaron a ella, y sentándose ante ella, lloraron.

22 Y dijeron, Oh nuestra Dama Santa María, apiádate de tus servidoras, porque no tenemos cabeza de familia, nadie mayor que nosotras; ni padre, ni hermano para entrar y salir delante nuestro.

23 Pero esta muía, que estáis viendo, era nuestro hermano, que alguna mujer con brujería ha dejado en esta situación que veis: por eso te pedimos que tengas compasión de nosotras.

24 Con esto Santa María se apiadó de su caso, y tomando al Señor Jesús, lo puso en la espalda de la mula.

25 Y le dijo a su hijo, Oh Jesucristo, restaura (o cura) con tu extraordinario poder a esta mula, y asegúrale que vuelva a tener la forma de un hombre y una criatura racional, tal como tenia antes.

26 Apenas acababa de decir esto la Dama Santa María, cuando la mula inmediatamente pasó a forma humana, y se convirtió en un hombre joven sin ninguna deformidad.

27 Entonces él y su madre y las hermanas adoraron a la Dama Santa María, y levantando al niño por encima de sus cabezas, le besaron, y dijeron. ¡Bendita es tu madre, Oh Jesús, Oh Salvador del mundo! Benditos son los ojos que son tan felices como para verte.

28 Entonces ambas hermanas le contaron a su madre, diciendo: De verdad que nuestro hermano se ha curado de su anterior forma gracias a la ayuda del Señor Jesucristo, y a la amabilidad de esa niña, que nos contó sobre María y su hijo.

29 Y puesto que nuestro hermano está soltero, es adecuado que lo casemos con esta niña, la sirviente de ellos.

30 Cuando hubieron consultado a María sobre este asunto, y ella hubo dado su consentimiento, hicieron una espléndida boda para la niña,

31 Y así su pena se convirtió en alegría, y su lamento en regocijo, empezaron a alegrarse, y a hacer broma, y a cantar, vestidas con sus más ricos atuendos, con brazaletes.

32 Después glorificaron y alabaron a Dios, diciendo, ¡Oh Jesús, hijo de David, que has cambiado nuestra pena en alegría, y nuestro lamento en regocijo!

33 Después de esto José y María permanecieron allí diez días. Luego partieron, recibiendo grandes respetos de esa gente;

34 Quienes, cuando se fueron y les dejaron, y volvieron a casa, lloraron,

35 Pero especialmente la niña.

CAP. VIII.

1 José y María pasan por un país infestado de ladrones, 3 Titus, un ladrón humano, ofrece a Dumachus. Sus camaradas, cuarenta sacos de avena por dejar que josé y María pasen sin ser molestados. 6 Jesús hace la profecía que los ladrones Dumachus y Titus, serán crucificados con él, y que Titus irá ante él al Paraíso. 10 Cristo provoca que surja un pozo de una higuera, y María lava su abrigo en él. 11 De allí sale un bálsamo de su sudor. Van a Menfís, donde Cristo hace más milagros. Vuelta a Judea. 15 Al ser avisados, salen hacia Nazaret.

EN su viaje desde allí, entraron en un país desierto, y les contaron que estaba infestado de ladrones; así que José y Santa María se prepararon para pasar a través de él de noche.

2 Y mientras estaban andando, vieron a dos ladrones dormidos en la carretera, y con ellos un gran número de ladrones, que eran sus cómplices, también dormidos,

3 Los nombres de estos eran Titus y Dumachus; y Titus le dijo a Dumachus, te pido que dejes a esas personas seguir andando tranquilamente, que nuestra compañía no perciba nada de ellos:

4 Pero al rehusar Dumachus, Titus insistió. Te daré cuarenta sacos de avena, y como garantía toma mi cinto, el cual le dio antes de acabar de hablar, para que no pudiera abrir la boca, ni hacer ningún ruido.

5 Cuando la Dama Santa María vio la amabilidad que el ladrón les mostró, ella le dijo. El Señor Dios te recibirá a su derecha, y te garantizará el perdón de tus pecados.

6 Entonces el Señor Jesús respondió, y le dijo a su madre, Cuando hayan pasado treinta años. Oh madre, los Judíos me crucificarán en Jerusalén.

7 Y estos dos ladrones estarán conmigo al mismo tiempo en la cruz, Titus a mi derecha, y Dumachus a mi izquierda, y desde ese momento Titus irá ante mí al paraíso:

8 Y cuando ella hubo dicho, Dios no permita que esa sea tu suerte, Oh hijo mío, siguieron hasta una ciudad en la que había varios ídolos; los cuales, tan pronto como se acercaron a ella, se convirtieron en montañas de arena.

9 Así ellos se fueron a la higuera, que ahora se llama Matarea;

10 Y en Matarea el Señor Jesús hizo que brotara un pozo de él, en el que Santa María lavó su abrigo.

11 Y se produce un bálsamo, o crece en ese país, del sudor que corrió por allí del Señor Jesús.

12 Luego siguieron hasta Menfís, y vieron al Faraón, y permanecieron tres años en Egipto.

13 Y el Señor Jesús hizo muchos milagros en Egipto, que no se encuentran en el Evangelio de la Infancia ni en el Evangelio de la Perfección.

14 Al cabo de los tres años regresaron de Egipto, y cuando se acercó a Judea, José tuvo miedo de entrar,

15 Porque al oír que Herodes había muerto, y que Arquelao su hijo reinaba en su lugar, él tuvo miedo;

16 Y cuando fue a Judea, un ángel de Dios se le apareció, y dijo, Oh José, entra a la ciudad de Nazaret, y permanece allí.

17 Es realmente extraño que él, que es el Señor de todos los países, deba ser llevado arriba y abajo por tantos países.

CAP. IX.

2 Dos niños enfermos curados por el agua en la que Cristo había sido lavado.

CUANDO llegaron posteriormente a la ciudad de Belén, allí encontraron a algunos enfermos muy desesperados, que eran tan perturbadores para los niños que les veían, que la mayoría morían.

2 Allí había una mujer que tenía un hijo enfermo, a quien llevó, cuando estaba al borde de la muerte, a la Señora Santa María, que la vio cuando estaba lavando a Jesucristo.

3 Entonces la mujer dijo, Oh mi Señora María, mira a este hijo mío, que sufre con los dolores más horribles.

4 Al oírla Santa María, dijo, Toma un poco de ese agua con la que he lavado a mi hijo, y rocíalo con ella.

5 Entonces cogió un poco de esa agua, como Santa María había ordenado, y la roció por encima de su hijo, que agotado por sus violentos dolores, se había dormido; y después de dormir un poco, se despertó perfectamente bien y curado.

6 Al estar la madre profundamente contenta de este éxito, fue de nuevo a ver a Santa María, y Santa María le dijo, Da las gracias a Dios, que ha curado a este hijo tuyo.

7 Había en el mismo lugar otra mujer, una vecina de aquélla, cuyo hijo estaba ahora curado.

8 El hijo de esta mujer sufría la misma enfermedad, y sus ojos estaban ya casi cerrados, y ella se lamentaba por él día y noche.

9 La madre del niño que estaba curado, le dijo, ¿Por qué no llevas a tu hijo a Santa María, como le llevé yo el mío, cuando estaba en las agonías de la muerte y se curó con el agua, con la que el cuerpo de su hijo Jesús había sido lavado?

10 Cuando la mujer oyó que decía esto, ella también fue, y al obtener el mismo agua, lavó a su hijo con ella, con lo que su cuerpo y sus ojos volvieron inmediatamente a su estado anterior.

11 Y cuando le llevó su hijo a Santa María, y le abrió su caso, ella le ordenó que diese las gracias a Dios por la recuperación de la salud de su hijo, y que no dijese a nadie lo que había sucedido.

CAP.X.

1 Dos esposas de un hombre, cada una tiene un hijo enfermo. 2 Una de ellas, llamada María, y el hijo de la cual se llamaba Caleb, se presenta ante la Virgen con una bonita alfombra, y Caleb se cura; pero el hijo de la otra mujer muere, 4 lo que ocasiona una diferencia entre las mujeres. 5 La otra esposa pone a Caleb en un horno caliente, y él se conserva milagrosamente; 9 posteriormente ella le lanza a un pozo, y de nuevo se salva, 11 su madre apela a la Virgen en contra de la otra esposa, 12, cuya caída la Virgen profetiza, 13 y quien según esto cae a un pozo, 14 de esta forma cumpliendo un dicho antiguo.

HABÍA en la misma ciudad dos esposas de un hombre, que tenía cada una un hijo enfermo. Una de ellas se llamaba María y el nombre de su hijo era Caleb.

2 Ella se levantó, y tomando a su hijo, fue a ver a la Dama Santa María, la madre de Jesús, y le ofreció una alfombra muy bonita, diciendo, Oh mi Dama María acepta esta alfombra de mí, y en su lugar dame un pequeño pedazo de pañal.

3 Con esto María estuvo de acuerdo y cuando la madre de Caleb se fue, hizo un abrigo para su hijo del pañal, se lo puso, y su enfermedad se curó; pero el hijo de la otra esposa murió.

4 De esta forma surgió una diferencia entre ellas, una diferencia en el quehacer de la familia por tumos, cada una su semana.

5 Y cuando vino el tumo de María la madre de Caleb, y estaba calentando el homo para hornear el pan, y se alejó para ir a buscar la comida, dejó a su hijo cerca del homo;

6 A quien, la otra esposa, su rival, al verlo solo, lo tomó y lo puso dentro del homo, que estaba muy caliente, y luego se marchó.

7 Al volver María vio a su hijo yaciendo en medio del homo riendo, y el homo tan frío como si no se hubiera calentado antes, y supo que su rival la otra esposa lo había echado al fuego.

8 Cuando lo sacó, lo llevó a la Dama Santa María, y le contó la historia, a lo que ella respondió. No digas nada, yo me preocuparé si no haces este asunto público.

9 Después de esto, su rival, la otra esposa, mientras estaba sacando agua del pozo, vio a Caleb jugando cerca del pozo, y nadie estaba cerca, lo cogió, y lo lanzó al pozo.

10 Y cuando algunos hombres llegaron para buscar agua del pozo, vieron al niño sentado en la superficie del agua, y lo sacaron con cuerdas, y se sorprendieron mucho con el niño, y dieron gracias a Dios.

11 Entonces vino la madre y lo cogió y lo llevó a la Señora Santa María, lamentándose y diciendo, Oh mi Señora, mirad lo que le ha hecho mi rival a mi hijo, y cómo lo ha lirado al pozo, y yo no dudo que en una ocasión o en otra, ella será la causa de su muerte.

12 Santa María le respondió, Dios vengará tu causa injuriada.

13 De acuerdo con esto unos días más tarde, cuando la otra esposa fue al pozo para sacar agua, su pie se enredó con la cuerda, de forma que cayó de cabeza al pozo, y aquellos que corrieron para ayudarla, encontraron su cráneo rolo, y sus huesos dañados.

14 Así que terminó mal, y en ella se cumplió el dicho de aquel autor. Cavaron un pozo, y lo hicieron profundo, pero cayeron ellos mismos en el hoyo que preparaban.

CAP. XI.

1 Bartolomé, cuando era un niño y estaba enfermo, fue curado milagrosamente al ponerlo en la cama de Cristo.

OTRA mujer en esa ciudad tenia también dos hijos enfermos.

2 Y cuando uno murió, al otro, que estaba al borde de la muerte, lo tomó en brazos y lo llevó a la Dama Santa María, y en una lluvia de lágrimas se dirigió a ella, diciendo,

3 Oh mi Señora, ayúdame y libérame; porque tengo dos hijos, uno lo acabo de enterrar, y el otro lo veo al borde de la muerte, observa cómo yo (de buena fe) busco el favor de Dios, y le rezo.

4 Entonces ella dijo, Oh Señor, tú eres benévolo, y compasivo, y bueno; tú me has dado dos hijos; uno de ellos te lo has llevado para ti mismo, Oh déjame este otro,

5 Santa María entonces al percibir la profundidad de su pena, se apiadó de ella y dijo. Coloca a tu hijo en la cama de mi hijo, y cúbrelo con sus ropas.

6 Y cuando lo hubo colocado en la cama donde Cristo yacía, en el mismo momento en que sus ojos se cerraban por la muerte; tan pronto como el olor de las ropas del Señor Jesucristo llegaron al niño, sus ojos se abrieron, y llamando con una voz fuerte a su madre, pidió pan, y cuando lo recibió, lo chupó.

7 Entonces su madre dijo, Oh Señora María, ahora estoy segura de que los poderes de Dios residen en ti, de forma que tu hijo puede curar a los niños que son de su misma clase, tan pronto como tocan sus vestiduras.

8 Este niño que de esta forma se curó, es el mismo que en el Evangelio se nombra como Bartolomé.

CAP. XII.

1 Una mujer leprosa curada por el agua de lavar a Cristo. 7 Una princesa curada con ella y devuelta a su marido.

NUEVAMENTE había una mujer leprosa que fue a ver a la Dama Santa María, la madre de Jesús, y dijo, Oh mi Señora, ayúdame.

2 Santa María respondió, ¿qué ayuda deseas? ¿Es oro o plata, o que tu cuerpo se cure de esta lepra?

3 ¿Quién, dijo la mujer, puede concederme eso?

4 Santa María le respondió, Espera un poco hasta que haya lavado a mi hijo Jesús, y que lo haya puesto en la cama.

5 La mujer esperó, como le habían dicho; y María después de poner a Jesús en la cama. le dio el agua con la que había lavado su cuerpo, y dijo, Toma un poco de esta agua, y échala encima de tu cuerpo.

6 Y cuando lo hubo hecho, quedó totalmente limpia al instante, y alabó a Dios, y le dio las gracias a él.

7 Entonces se marchó, después de permanecer con ella tres días:

8 Y al ir hacia la ciudad, vio un cierto príncipe, que se había casado con la hija de otro príncipe;

9 Pero cuando fue a verla, percibió entre sus ojos los síntomas de la lepra con una estrella, y con eso declaró el matrimonio disuelto y nulo.

10 Cuando la mujer vio a estas personas en aquellas condiciones, apenadas en demasía, y derramando abundantes lágrimas, les preguntó la razón de su llanto.

11 Ellos respondieron. No nos preguntes por nuestras circunstancias; porque no podemos declarar nuestras desgracias a nadie sea quien sea.

12 Pero aún así ella les presionó y deseaba que ellos le comunicaran su caso, anunciando, que quizá ella podría dirigirlos hacia un remedio,

13 Así que cuando le mostraron a la Joven mujer, y los síntomas de la lepra, que aparecían entre sus ojos,

14 Ella dijo, yo también, a quien veis en este lugar, sufría la misma enfermedad, y cuando iba para unos asuntos a Belén, entré en una cueva, y vi a una mujer llamada María, que tuvo un hijo llamado Jesús.

15 AI verme que era leprosa, se preocupó por mí, y me dio un poco de agua con la que había lavado el cuerpo de su hijo; con eso rocié mi cuerpo, y quedé limpia.

16 Entonces dijeron estas mujeres, ¿Vendrá usted, Señora, con nosotras, y nos mostrará a la Dama Santa María?

17 Y con su consentimiento a esto, se levantaron y fueron a ver a la Señora Santa María, llevando con ellas presentes muy nobles.

18 Y cuando entraron y le ofrecieron sus presentes, le mostraron la joven mujer leprosa que habían traído con ellas para que la viese.

19 Entonces dijo Santa María, La piedad del Señor Jesucristo descanse en ti;

20 Y dándoles un poco de esa agua con la que había lavado el cuerpo de Jesucristo, les dijo que lavaran a la persona enferma con ella; y cuando lo hubieron hecho, se curo al instante.

21 De esta forma ellas, y todos los que estaban presentes, alabaron a Dios; y llenos de alegría, volvieron a su propia ciudad, y dieron gracias a Dios por ese motivo.

22 Entonces al oír el príncipe que su esposa se había curado, la llevó a casa y celebró una segunda boda, dando gracias a Dios por la recuperación de la salud de su mujer.

CAP. XIII.

1 Una niña, cuya sangre Satán había sorbido, recibe uno de los pañales de Cristo de manos de la Virgen. 14 Satán viene como un dragón, y ella se lo muestra: llamas y carbones quemados salen del pañal y caen sobre él; 19 queda milagrosamente frustrado, y deja a la niña.

HABÍA también una niña, que sufría debido a Satán;

2 Porque ese espíritu maldito se le aparecía frecuentemente en la forma de dragón, y quería tragársela, y le había sorbido tanto la sangre, que parecía un esqueleto muerto.

3 Siempre que volvía en ella, con sus manos en la cabeza, lloraba y exclamaba, ¡Ay, Ay de mí, que no encuentro a nadie que pueda librarme de ese dragón impío!

4 Su padre y su madre, y todos los que estaba cerca de ella y la veían, se lamentaban y lloraban por ella;

5 Y todos lo que estaban presentes se encontraban especialmente apenados y en llanto, cuando oían sus lamentos, y diciendo, ¿Hermanos y amigos míos, no hay nadie que pueda liberarme de este asesino?

6 Entonces la hija del príncipe, que había sido curada de su lepra, al oír la queja de aquella niña, fue hasta la cumbre del castillo, y la vio con sus manos cubriendo su cabeza, soltando una lluvia de lágrimas, y toda la gente que estaba a su lado, apenados.

7 Entonces preguntó al marido de la persona poseída, Si la madre de su esposa estaba viva o muerta. Él le dijo, que tanto su padre como su madre estaban vivos.

8 Entonces ordenó que su madre fuese enviada al lugar: a quien, cuando la vio venir, le dijo, ¿Es esta niña poseída tu hija? Ella gimiendo y lamentándose dijo. Si, señora, yo la traje al mundo,

9 La hija del príncipe respondió, Revélame el secreto de su caso, porque yo te confieso que yo era leprosa, pero la Dama María, la madre de Jesucristo, me sanó.

10 Y si deseas que tu hija sea devuelta a su anterior estado, llévala a Belén, y pregunta por María la madre de Jesús, y no dudes que tu hija se curará; porque yo no dudo que volverás a casa con gran alegría por la recuperación de tu hija.

11 Tan pronto como hubo acabado de hablar, se levantó y fue con su hija al lugar indicado, y hasta María, y le contó el caso de su hija.

13 De la misma forma le dio uno de los pañales del Señor Jesús, y dijo, Toma este pañal y muéstralo a tu enemigo tan pronto como lo veas; y las envió a casa en paz.

14 Después salieron de la ciudad y volvieron a casa, y llegó el momento en que Satán quiso atraparla, y en el mismo momento ese espíritu maligno apareció ante ella en la forma de un enorme dragón, y la niña al verlo tuvo miedo.

15 La madre le dijo, ¡No temas hija déjale solo hasta que se acerque más a ti! Entonces muéstrale el pañal, que la Dama María nos dio, y veremos lo que ocurre,

16 Satán entonces vino como un espantoso dragón, el cuerpo de la niña temblaba de miedo.

17 Pero tan pronto como ella se puso el pañal en la cabeza, y por encima de sus ojos, y se lo mostró, al momento salieron del pañal llamas y tizos encendidos, y cayeron sobre el dragón.

18 ¡Oh! Qué gran milagro fue este, que ocurrió: tan pronto como el dragón vio el pañal del Señor Jesús, el fuego se propagó y se esparció por su cabeza y sus ojos; de forma que gritó con una fuerte voz, ¿Qué debo hacer contigo, Jesús, tú hijo de María, A dónde puedo huir de ti?

19 Así que se retiró muy aterrorizado, y dejó a la niña.

20 Y ella quedó libre de este problema, y cantó alabanzas y agradecimientos a Dios, y con ella todos los que estaban presentes en el momento de obrar el milagro.

CAP. XIV.

1 Judas cuando era niño poseído por Satán, y llevado por sus padres hasta Jesús para ser curado, a quien intenta morder. 7 pero al fallar, golpea a Jesús y le hace llorar. Gracias a lo que Salan salió del niño hacía Jesús en la forma de perro.

OTRA mujer de la misma forma vivía allí, cuyo hijo estaba poseído por Satán.

2 Este niño, llamado Judas, tan pronto como Satán lo alcanzaba, se sentía inclinado a morder a todo el que estaba presente; y si no encontraba a nadie cerca, se mordía sus propias manos y otras partes.

3 Pero la madre del pobre niño, al oír de Santa María y su hijo Jesús, se levantó al momento, y llevando a su hijo en brazos, le llevó ante la Dama María.

4 Mientras tanto, Jaime y José se habían llevado al infante, el Señor Jesús, a jugar en la época adecuada con otros niños; y cuando llegaron, se sentaron y el Señor Jesús con ellos.

5 Entonces Judas, que estaba poseído, vino y se sentó a la mano derecha de Jesús.

6 Cuando Satán estaba actuando en él como de costumbre, fue a morder al Señor Jesús.

7 Y al no poder hacerlo, golpeó a Jesús en el lado derecho, de forma que empezó a llorar,

8 Y en ese mismo momento Satán salió del niño, y se fue corriendo como un perro loco,

9 Este mismo niño que golpeó a Jesús, y de quien salió Satán en forma de perro, era Judas Iscariote, que le traicionó ante los judíos.

10 Y en ese mismo costado, en el que Judas le golpeó, los judíos le clavaron una flecha.

CAP. XV.

1 Jesús y otros niños juegan juntos, y hacen figuras de barro de animales. 4 Jesús les hace andar, 6 y también hace pájaros de barro, que hace volar, y comer y beber. 7 Los padres de los niños alarmados, toman a Jesús por un brujo. 8 Va a una tienda de tintes, y echa toda la ropa en el horno, y hace un milagro con ella. 15 Por lo que los judíos alaban a Dios.

Y cuando el Señor Jesús tenia siete años de edad. él estaba en cierta ocasión con otros niños compañeros suyos de la misma edad,

2 Quienes cuando estaban jugando, hacían figuras de barro con distintas formas, por ejemplo, muías, bueyes, pájaros, y otras figuras,

3 Cada uno presumiendo de su obra, e intentando superar al resto.

4 Cuando el Señor Jesús dijo a los niños. Ordenaré a estas figuras que he hecho que anden,

5 E inmediatamente se movieron, cuando les ordenó que volviesen, volvieron.

6 También había hecho figuras de pájaros y gorriones, que, cuando él les ordenaba volar, volaban, y cuando les ordenaba permanecer quietos, lo hacían; y si les daba comida y bebida, ellos comían y bebían.

7 Cuando al fin los niños se marcharon, y relataron estas cosas a sus progenitores, sus padres les dijeron. Tened cuidado, niños, para el futuro, de su compañía, porque es un brujo; evitadlo y esquivadlo, y de aquí en adelante no juguéis nunca con él.

8 Otro cierto día también, cuando el Señor Jesús estaba jugando con los niños, y estaba corriendo por allí, pasó por la tienda de un timador, cuyo nombre era Salem.

9 Y había en su tienda muchas piezas de ropa que pertenecían a la gente de aquella ciudad, que querían teñir de distintos colores.

10 Entonces el Señor Jesús entró en la tienda del timador, cogió toda la ropa, y la echó al horno.

11 Cuando Salem llegó a casa, y vio la ropa echada a perder empezó a gritar, y a reprender al Señor Jesús, diciendo,

12 ¿Qué me has hecho, Oh tú hijo de María? Me has injuriado a mí y a mis vecinos; todos deseaban sus ropas de un color adecuado; pero has venido tú, y las has echado todas a perder.

13 El Señor Jesús respondió, Yo cambiaré el color de cada ropa al color que tú desees;

14 Y entonces inmediatamente empezó a sacar las ropas del homo, y estaban todas teñidas de los mismos colores que el timador deseaba.

15 Y cuando los judíos vieron este sorprendente milagro, alabaron a Dios.

CAP. XVI.

1 Cristo extiende o contrae milagrosamente las puertas, baldes de leche, tamices, o cajas, que José no ha hecho adecuadamente. 4 al no ser habilidoso en su negocio de carpintero. 5 El Rey de Jerusalén le hace un pedido a José de un trono. 6 José trabaja en él durante dos años en el palacio del rey, y lo hace dos palmos demasiado corto. Al estar el rey enfadado con él, 10 Jesús le consuela, 13 le ordena que tire de un extremo del trono, mientras él tira del otro, y lo pone en sus dimensiones adecuadas. 14 Con lo que los observadores alaban a Dios.

Y José, a donde sea que fuese de la ciudad, se llevaba al Señor Jesús con él, allí a donde le mandaban para hacer puertas, o baldes de leche, o tamices, o cajas; el Señor Jesús estaba con él a donde sea que fuese.

2 Y siempre que José tenía algo en su trabajo, para hacer más largo o más corto, o más ancho o más estrecho, el Señor Jesús acercaba su mano hacia allí.

3 Y en un momento se convertía en lo que José necesitaba tener.

4 De forma que no tenía necesidad de terminar nada con sus propias manos, ya que no era muy habilidoso en su oficio de carpintero.

5 Pasó en una ocasión que el Rey de Jerusalén le mandó a buscar, y dijo, Querría que me hicieses un trono de las mismas dimensiones de aquél sitio donde normalmente me siento.

6 José obedeció, y seguidamente empezó el trabajo, y siguió durante dos años en el palacio de rey antes de terminarlo,

7 Y cuando fue a fijarlo en su sitio, descubrió que necesitaba dos palmos más en cada lado de la medida fijada.

8 Lo que, cuando el rey lo vio, se enfadó mucho con José;

9 Y José, temeroso de la ira del rey, se fue a la cama sin cenar, sin tomar nada de comer.

10 Entonces, el Señor Jesús le preguntó, ¿De qué tienes miedo?

11 José respondió, Porque he perdido mi labor en el trabajo en el que he estado estos dos últimos años.

12 Jesús le dijo, No temas, ni te escondas;

13 Tú coge fuerte uno de los extremos del trono, y yo cogeré el otro, y lo pondremos en sus dimensiones correctas.

14 Y cuando José hubo hecho lo que el Señor Jesús había dicho, y cada uno de ellos hubo tirado con fuerza de su extremo, el trono obedeció, y se adaptó a las dimensiones correctas del lugar:

15 Milagro que cuando los que estaban allí lo vieron, quedaron asombrados, y alabaron a Dios.

16 El trono estaba hecho de la misma madera, que la utilizada en los tiempos de Salomón, es decir, madera adornada con distintas formas y figuras.

CAP.XVII.

1 Jesús juega con los niños al escondite. 3 Algunas mujeres ponen a sus compañeros de juego en un horno, 7 donde Jesús los trasforma en niños. 10 Jesús les llama para jugar, y vuelven a su forma anterior.

OTRO día el Señor Jesús salía a la calle, y al ver a unos niños que se encontraron para jugar, se juntó con su compañía:

2 Pero cuando le vieron, se escondieron, y le dejaron que les buscase:

3 El Señor Jesús llegó a la puerta de una casa, y les preguntó a unas mujeres que estaban allí, ¿A dónde habían ido los niños?

4 Y cuando ellas respondieron. Que allí no había nadie; el Señor Jesús dijo, ¿Quiénes son aquellos que veis en el homo?

5 Ellas respondieron, que eran niños de tres años de edad.

6 Entonces Jesús gritó fuerte, y dijo, venid aquí, Oh vosotros niños, a vuestro pastor;

7 Y los chicos salieron como niños, saltaron a su alrededor; cosa que cuando las mujeres vieron, quedaron muy asombradas, y temblaron.

8 Entonces adoraron inmediatamente al Señor Jesús, y le suplicaron, diciendo, ¡Oh nuestro Señor Jesús, hijo de María, tú eres verdaderamente ese buen pastor de Israel! Ten piedad de tus sirvientas, que se encuentran ante ti, que no dudan, que tú, Oh Señor, has venido a salvarnos, y no-a destruimos.

9 Después de esto, cuando el Señor Jesús dijo, los hijos de Israel son como etíopes entre la gente; las mujeres dijeron, Tú, Señor, sabes todas las cosas, nada se esconde de ti; pero ahora te rogamos, y te suplicamos que tengas piedad y que devuelvas a esos chicos a su estado anterior.

10 Entonces Jesús dijo. Venid aquí Oh chicos, para que podamos ir y jugar; e inmediatamente, en la presencia de estas mujeres, los niños cambiaron y volvieron a la forma de chicos.

CAP. XVIII.

1 Jesús se convierte en rey de sus compañeros de juego, y lo coronan con flores, 4 milagrosamente hace que una serpiente que había mordido a Simón el Cananita, entonces un niño, sorbiese de nuevo todo el veneno; 16 la serpiente explota, y Cristo devuelve la salud al niño.

EN el mes de Adar, Jesús reunió a todos los niños, y les clasificó como si hubiese sido un rey.

2 Porque ellos esparcieron sus vestidos en el suelo, para que él se sentase; y haciendo una corona de flores, la pusieron en su cabeza, y se sentaron a su derecha y a su izquierda como los guardias de un rey.

3 Y si alguien pasaba por allí, le tomaban por la fuerza, y le decían. Ven aquí y adora al rey, para que puedas tener un próspero viaje,

4 Mientras tanto, mientras estaban haciendo estas cosas, había algunos hombres, que llevaban a un niño en un sillón;

5 Porque cuando este niño iba con sus compañeros a la montaña para recoger leña, se encontró un nido de perdices, y puso su mano dentro para sacar tos huevos, y fue mordido por una serpiente venenosa, que salió del nido; de manera que se vio forzado a gritar para pedir la ayuda de sus compañeros: quienes cuando llegaron, le encontraron yaciendo en el suelo como muerto.

6 Después de lo cual, sus vecinos vinieron y le llevaron de vuelta a la ciudad.

7 Pero cuando llegaron al lugar donde el Señor Jesús estaba sentado como un rey, y los otros niños se encontraban a su alrededor como sus ministros, los niños corrieron para ver a aquel que le había mordido una serpiente, y les dijeron a sus vecinos. Venid y mostrad vuestros respetos al rey;

8 Pero cuando, debido a su pena, rechazaron ir, los niños les condujeron, y les forzaron en contra de su voluntad a ir,

9 Y cuando llegaron hasta el Señor Jesús, él preguntó, ¿Por qué razón llevaban a ese niño?

10 Y cuando ellos respondieron, que una serpiente le había mordido, el Señor Jesús dijo a los chicos. Vamos y matemos a esa serpiente.

11 Pero los padres del niño deseaban ser excusados, porque su hijo estaba al borde de la muerte; los chicos respondieron, y dijeron, ¿Es que no habéis oído lo que ha dicho el rey? Vamos y matemos a la serpiente; ¿y no le vais a obedecer?

12 Así que volvieron a traer el sillón, tanto si querían como si no.

13 Y cuando llegaron al nido, el Señor Jesús dijo a los chicos, ¿Es este el escondrijo de la serpiente? Ellos dijeron, Lo es.

14 Entonces el Señor Jesús llamó a la serpiente, ella inmediatamente salió y se sometió a él; quien le dijo. Ve y sorbe de nuevo todo el veneno que has infundido en ese niño;

15 Así la serpiente trepó por el niño, y le quitó todo el veneno de nuevo.

16 Entonces el Señor Jesús maldijo a la serpiente de forma que explotó inmediatamente, y murió.

17 Y tocó al niño con su mano para devolverle su anterior salud;

18 Y cuando empezó a llorar, el Señor Jesús dijo, deja de llorar, porque en el futuro vas a ser mi discípulo.

19 Y este es aquel Simón el Cananita que se menciona en el Evangelio.

CAP. XIX.

1 Jaime es mordido por una víbora, Jesús sopla en la herida y le cura. 4 Jesús es acusado de lanzar a un niño desde el tejado de una casa, 10 milagrosamente hace que el niño muerto lo exculpe, 12 va a buscar agua para su madre, rompe el cántaro milagrosamente recoge el agua en su manto y la lleva a casa, 16 hace charcas de peces en el sabbath, 20 provoca la muerte de un niño que las había rolo, 22 otro niño le ataca, y también provoca su muerte.

OTRO día José envió a su hijo Jaime a recoger madera y el Señor, Jesús, fue con él;

2 Y cuando llegaron al lugar donde estaba la madera, y Jaime la empezó a recoger, he aquí que una víbora venenosa le mordió, de modo que empezó a gritar, con gran escándalo.

3 El Señor Jesús al verle en esta condición, fue hacia él, y sopló en el lugar donde la víbora le había mordido, y al instante se puso bien.

4 Otro cierto día el Señor Jesús estaba con algunos chicos, que estaban Jugando en el tejado, y uno de los chicos se cayó, y murió al instante.

5 Con esto todos los otros niños salieron corriendo, y el Señor Jesús se quedó solo en el tejado.

6 Y los parientes del niño fueron hacia él y le dijeron al Señor Jesús, Tú has tirado a nuestro hijo desde el tejado.

7 Pero él lo negó. y ellos gritaron, Nuestro hijo está muerto, y este es quien lo ha matado,

8 EL Señor Jesús les respondió. No me acuséis de un crimen, del que no podéis culparme, pero vamos a preguntarle al niño mismo, que traerá la verdad a la luz.

9 Entonces el Señor Jesús bajó y se puso detrás de la cabeza del niño muerto, y dijo con una fuerte voz, Zeinuno, Zeinuno, ¿quién te tiró desde el tejado?

10 Entonces el niño muerto respondió, tú no me arrojaste abajo, mas otro lo hizo,

11 Y cuando el Señor Jesús pidió a tos presentes que se diesen cuenta de sus palabras, todos los presentes alabaron a Dios por causa de este milagro.

12 Otro cierto día la Dama Santa María había ordenado al Señor Jesús que fuese a buscar un poco de agua al pozo para ella;

13 Y cuando había ido a buscar el agua, el cántaro, que ya estaba lleno, se rompió.

14 Pero Jesús extendió su manto y recogió el agua de nuevo, y se llevó a su madre de esta forma.

15 Quien, sorprendida por este hecho maravilloso, guardó éste, y todos los demás hechos que había visto, en su memoria.

16 De nuevo otro día el Señor Jesús estaba con unos niños cerca del río y condujo agua fuera del río por pequeñas canales, e hizo pequeñas charcas de peces,

17 Pero el Señor Jesús tenía doce gorriones, y los colocó cerca de su charca a cada lado, tres en cada uno.

18 Pero fue el día del Sabbath, y el hijo de Hanani un judío se acercó, y les vio haciendo estas cosas, y dijo, ¿Así hacéis figuras de barro en el Sabbath? Y fue corriendo hacia ellos, y les rompió sus charcas de peces.

19 Pero cuando el Señor Jesús dio una palmada por encima de los gorriones que había hecho, se fueron volando y piando,

20 Al fin el hijo de Hanani fue hacia la charca de Jesús para destruirla, el agua desapareció, y el Señor Jesús le dijo,

21 De igual manera en que esta agua ha desaparecido, también desaparecerá tu vida; y al momento el niño murió.

22 Otra ocasión, cuando el Señor Jesús volvía a casa con José por la noche, se encontró con un chico, que corrió tan enérgicamente hacia él, que le tiró al suelo;

23 A quien el Señor Jesús le dijo, Igual que me has tirado al suelo, tu también caerás, y nunca más te levantarás.

24 Y en ese momento el chico se cayó y murió.

CAP. XX.

1 Enviado a la escuela con Zaqueo para aprender sus letras, y enseña a Zaqueo. 13 Le envían a otro maestro de escuela. 14 Se niega a decir sus letras, y cuando el maestro iba a azotarle su mano con unas correas muere.

HABÍA también en Jerusalén alguien llamado Zaqueo, que era un maestro de escuela.

2 Y él le dijo a José, José, ¿por qué no me envías a Jesús, para que pueda aprender sus letras?

3 José aceptó, y se lo dijo a Santa María;

4 Así que lo llevó a ese maestro; quien, tan pronto como lo vio, escribió un alfabeto para él,

5 Y le pidió que dijera alfa; y cuando hubo dicho alfa, el maestro le pidió que pronunciara beta.

6 Entonces el Señor Jesús le dijo. Dime primero el significado de la letra alfa, y entonces pronunciaré beta.

7 Y cuando el maestro le amenazó con azotarle, el Señor Jesús le enseñó el significado de las letras alfa y beta;

8 También cuáles eran las figuras rectas de las letras, cuáles las oblicuas, y qué letras tenían figuras dobles; cuáles tenían puntos, y cuáles no tenían ninguno; por qué una letra iba delante de otra; por qué una letra iba detrás de otra; y muchas otras cosas empezó a contarte, y a explicarle, de las que el maestro mismo nunca había oído, ni leído en ningún libro.

9 El Señor Jesús siguió diciendo al maestro, Fíjate cómo te digo; y entonces empezó a decir de forma clara y distinguiendo alfa, beta, gamma, delta, y así hasta el fin del alfabeto.

10 Con esto el maestro se quedó tan sorprendido, que dijo, creo que este niño nació antes que Noé.

11 Y dirigiéndose a José, dijo. Me has traído a un niño para que lo enseñe, y ya está más enseñado que cualquier maestro.

12 También le dijo a Santa María, Este hijo tuyo no necesita ninguna enseñanza,

13 Le llevaron a un maestro más culto, quien, cuando le vio, dijo, Di alfa.

14 Y cuando hubo dicho alfa, el maestro le pidió que pronunciase beta; a lo que el Señor Jesús respondió, Dime primero el significado de la letra alfa, y entonces pronunciaré beta.

15 Pero este maestro, cuando levantó su mano para azotarle, inmediatamente le azotó la mano, y murió.

16 Entonces dijo José a Santa María, de aquí en adelante no le dejaremos salir de la casa; porque todo el que no le gusta muere.

CAP. XXI.

1 Discute milagrosamente con los maestros en el templo, 7 sobre leyes, 9 sobre astronomía, 12 sobre física y metafísica, 27 es adorado por un filósofo, 28 y su madre se lo lleva a casa.

Y cuando tenía doce anos, le llevaron a Jerusalén a la fiesta; y cuando la fiesta hubo terminado, regresaron.

2 Pero el Señor Jesús siguió detrás del templo entre los maestros y los ancianos, y los sabios de Israel; a quienes propuso varias preguntas de conocimiento, y también les dio las respuestas:

3 Porque les dijo, ¿De quién es hijo el Mesías? Ellos respondieron, es hijo de David:

4 ¿Por qué, entonces, dijo él, en el espíritu le llama Señor? Cuando dice, El Señor le dijo a mi Señor, siéntate a mi derecha, hasta que haya hecho de tus enemigos tu escabel.

5 Entonces un cierto Rabino importante te preguntó, ¿Has leído los libros?

6 Jesús respondió, que había leído ambos libros, y las cosas que contenían los libros,

7 Y él les explicó los libros de leyes, y los preceptos, y estatutos: y los misterios que contienen los libros de los profetas; cosas que la mente de ninguna criatura podría alcanzar.

8 Entonces aquel rabino dijo, ¡Nunca había visto ni oído tal sabiduría! ¿Qué creéis que será ese niño?

9 Cuando un astrónomo, que estaba presente, le preguntó al Señor Jesús, SÍ había estudiado astronomía.

10 El Señor Jesús respondió, y le dijo el número de las esferas y los cuerpos celestes, así como también su aspecto triangular, cuadrado, y sextil; su movimiento progresivo y regresivo su medida y varios pronósticos; y otras cosas que la razón del hombre nunca había descubierto.

11 También había entre ellos un filósofo bastante hábil en física y en filosofía natural, quien preguntó al Señor Jesús, Si había estudiado física.

12 Él respondió, y le explicó física y metafísica.

13 También esas cosas que estaban por encima y debajo del poder de la naturaleza;

14 Los poderes también del cuerpo, sus humores, y sus efectos.

15 También el número de sus miembros, y huesos, venas, arterias, y nervios;

16 Las distintas constituciones del cuerpo, caliente y seco, frío y húmedo, y sus tendencias;

17 Cómo operaba el alma sobre el cuerpo,

18 Qué eran sus distintas sensaciones y facultades;

19 La facultad de hablar, enfadarse, desear;

20 Y finalmente la forma de su composición y disolución; y otras cosas, que la comprensión de ninguna criatura había alcanzado nunca.

21 Entonces ese filósofo se levantó, y alabó al Señor Jesús, y dijo, Oh Señor Jesús, de ahora en adelante yo seré tu discípulo y sirviente.

22 Mientras estaban discutiendo sobre estas cosas y otras similares, la Señora Santa María entró, después de estar tres días andando por los alrededores con José, buscándolo.

23 Y cuando lo vio sentado entre los maestros, y a su vez proponiéndoles preguntas, y dando respuestas, ella le dijo. Hijo mío, ¿Por qué nos has hecho esto? Mira que yo y tu padre hemos sufrido mucho buscándote,

24 Él respondió, ¿Por qué me habéis buscado? ¿No sabíais que tenía trabajo en la casa de mi padre?

25 Pero ellos no entendieron las palabras que les decía.

26 Entonces los doctores preguntaron a María, Si aquél era su hijo. Y cuando ella dijo, Lo es, ellos dijeron, Oh dichosa María, que has traído al mundo un hijo así.

27 Entonces regresaron a Nazaret, y les obedeció en todo.

28 Y su madre guardó todas estas cosas en su mente;

29 Y el Señor Jesús creció en estatura y en sabiduría, y a favor con Dios y el hombre.

cap. XXII.

1 Oculta sus milagros. 2 estudia la ley y es bautizado.

ENTONCES desde aquel momento Jesús empezó a ocultar sus milagros y trabajos secretos,

2 Y se entregó al estudio de la ley, hasta que llegó al fin de su trigésimo año:

3 Momento en que el Padre le reconoció públicamente en el Jordán, enviándole esta voz desde el cielo, Este es mi hijo querido, con quien estoy muy contento.

4 El Espíritu Santo también estaba presente en la forma de una paloma.

5 Este es aquel a quien adoramos con toda reverencia, porque nos dio la vida y el ser, y nos llegó desde el vientre de nuestra madre.

6 Quien, por nuestra salvación, tomó un cuerpo humano, y nos ha redimido, para podemos abrazar con piedad eterna, y mostramos su gracia libre, grande y generosa y su bondad.

7 Para él sea la gloria y la alabanza, y el poder, y el dominio, desde ahora en adelante y para siempre jamás, Amén.

Fin de lodo el Evangelio de la Infancia, con ayuda del Dios Supremo, de acuerdo con lo que encontramos en el original.

Notas AL PRIMER evangelio de la INFANCIA de JESUCRISTO. 1 Zoroastro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario